2. Valoración económica de recursos naturales

Uno de los problemas económicos básicos en la sociedad es el de la asignación de recursos. Es decir, que la sociedad tiene que decidir cómo distribuir los recursos escasos (capital, trabajo, recursos naturales, etcétera) en la producción de bienes y servicios para atender las necesidades de la población. Sin embargo, la existencia de un amplio abanico de formas de competencia imperfecta, tanto en los mercados de bienes y servicios como en el de los factores productivos y de la intervención del gobierno a través de impuestos, subsidios, control de precios, etc, dificultan el funcionamiento de la economía y de los mecanismos que utiliza para lograr los objetivos de producción, distribución y consumo.

Por otro lado, existe todo un conjunto de bienes y servicios que por carecer de un mercado1 en el que intercambiarse, carecen asimismo de precio, por lo que pueden ser agrupados bajo el término de externalidades2. Aquí surge la necesidad de establecer indicadores monetarios para este tipo de bienes y servicios que permiten la definición de un precio que permita el intercambio en los mercados respectivos. Particularmente, para los bienes y servicios que brindan los ecosistemas a la sociedad y que mejoran su nivel de bienestar.

Cuando alguien utiliza un cauce de agua para verter en él sus desechos, pongamos por caso, está generando una externalidad negativa para los demás, por la que, si no media una intervención estatal, no tiene que pagar. Debido a ello, el sistema de mercado no proporciona ninguna indicación con respecto al valor de los mismos, lo que lleva a que sean considerados gratuitos, a que su uso o consumo no tenga ningún coste, y a que se produzca la sobreexplotación correspondiente.

Cuando un empresario tiene que adquirir un terreno para instalar su planta, o contratar trabajadores, paga por ello: son insumos productivos que tienen un valor, y ello viene reflejado en el precio que hay que pagar para adquirirlos. La empresa que utiliza un curso de agua, o el aire, como recipiente de sus desechos no incurre, por el contrario, en ningún coste. La persona que quiere protegerse del frío, puede comprar un abrigo: al hacerlo emite una información sobre el valor que para ella tiene el ir abrigada, o cómoda o elegante. Si esta misma persona quisiera mejorar su nivel de bienestar elevando la calidad del aire que respira, o reduciendo el nivel de ruido que tiene que soportar, no encontraría un mercado explícito en el que pueda adquirir directamente estos bienes y servicios: no hay un mercado en el que pueda comprar la calidad del aire y, por lo tanto, no hay un precio explícito para es calidad. De ahí que producción y degradación del medio ambiente hayan ido muchas veces de la mano; y que no se observen em­presarios dedicados a ofrecer estos bienes ambientales que la gente desea.

El hecho es que nos encontramos con un mecanismo de asignación en el que el ambiente, y muchos recursos naturales, no tiene precio. Estamos ante un sistema que opera con una información incorrecta sobre el valor de los bienes y servicios que se ofrecen; es decir que funciona como si careciesen de valor (como si su precio fuese cero). Parece, por tanto, relevante y necesario el intento de encontrar precisamente ese valor, desde una perspectiva económica, para actuar en consecuencia, de modo que se integre esa información en un proceso de toma de decisiones, para que cuando se utiliza el ambiente y los recursos naturales, se conozca (y se pague) el coste que ello representa. De forma que cuando se adopta alguna medida que mejora la calidad ambiental de un determinado entorno, se sepa qué valor tiene el cambio para la población afectada y para los actores que la hacen posible.

Planteado así el problema, es posible concluir que el ambiente y los recursos naturales carecerán de precio, pero tienen valor. En efecto, es posible identificar en el capital natural al menos cuatro funciones que son valoradas positivamente en la sociedad:

1. Forma parte de la función de producción de gran cantidad de bienes eco­nómicos (procesos productivos que consumen agua de una determinada calidad, aire, etc.). El ambiente y los recursos naturales en general, son la base sobre la que se apoyan muchos procesos productivos, que serían impensables en su ausencia. Ahora bien, el ambiente no sólo participa en los procesos de producción, distribución y consumo de bienes y servicios económicos ofreciendo unos insumos muchas veces esenciales, también recibe como retorno muchas cosas que en estos procesos se generan.

2. El ambiente actúa, en efecto, como un receptor de residuos y desechos de todas clases, producto tanto de la actividad productiva como consuntiva de la sociedad. Hasta un cierto límite, y gracias a su capacidad de asimilación, puede absorber estos residuos (que de esta manera son liberados sin coste), y transformarlos en sustancias inofensivas o, incluso, beneficiosas: es el caso de algunos fertilizantes orgánicos, por ejemplo.

3. Proporciona, en tercer lugar, bienes naturales (paisajes, entornos naturales, etc. cuyos servicios son demandados por la sociedad. De esta manera, entra a formar parte de la función de utilidad de las economías domésticas.

4. Finalmente, constituye «un sistema integrado que proporciona los medios para sostener toda clase de vida». Esta función es tan esencial que muchos la consideran parte integrante de la propia definición de ambiente.

Aceptando que el ambiente tiene ciertamente valor desde una perspectiva incluso estrictamente económica, el siguiente paso es intentar descubrirlo. Si fuera posible crear un mercado en el que los bienes ambientales fueran objeto de compra-venta, el problema se simplificaría notablemente. No sería necesario siquiera iniciar el proceso de definir y buscar un valor: el mercado se encargaría de ponerle un precio. El problema se centraría ahora en analizar las condiciones que harían aceptable tal precio como un exponente del valor del ambiente, pero éste es ya un problema común a todos los bienes y servicios producidos en la sociedad.

2.1. Los derechos de propiedad y sus implicaciones en la valoración económica

Muchos recursos naturales y bienes ambientales carecen de precio, porque no se ha formado espontáneamente un mercado alrededor de ellos, en el que sean objeto de transacción. ¿Cuál es, sin embargo, la razón de que no haya sido así? Entre otras razones de la falta de un mercado, se identifica la ausencia de derechos de propiedad bien definidos y protegidos. Sólo aquello sobre lo que se tiene un derecho de exclusión puede ser objeto de compraventa. Ahora bien, si esto es así, bastaría con definir estos de­rechos de propiedad sobre el ambiente y los recursos naturales en favor de alguien, para que el problema estuviera solucionado: ya se encargaría este alguien de cobrar el pre­cio correspondiente. No es de esperar que la institucionalización de unos derechos privados de propiedad sobre el ambiente, y la consiguiente creación de un mercado en el que in­tercambiar sus servicios, resuelva el problema. Sin embargo, parece necesario valorar estos servicios, para poder actuar en conse­cuencia.

Valorar económicamente el ambiente significa poder contar con un indi­cador de su importancia en el bienestar de la sociedad, que permita su comparación con otros elementos que proporcionan bienestar. Por tanto, lo normal será utilizar para ello un denominador común, que ayude a esa comparación: el dinero.
Si el ambiente tiene valor porque cumple una serie de funciones que afectan positi­vamente al bienestar de las personas que componen la sociedad, ¿quién da valor al medio ambiente? Planteado de forma más precisa: se trata de delimitar el colectivo de personas que pueden exigir que las potenciales modifi­caciones de su bienestar que supone un cambio de calidad ambiental sean teni­das en cuenta a la hora de tomar decisiones.

Muchas de las decisiones que tomamos hoy con respecto al ambiente, van a tener unas consecuencias que afectarán a quienes todavía no han nacido. ¿Hasta qué punto han de ser tenidos en cuenta sus intereses? ¿Y cómo, si por definición no están aquí para ex­presarlos?3. La adopción de este principio, sin embargo, supone, con respecto a los grupos afectados pero sin poder de de­cisión, que sus intereses serán tenidos en cuenta, siempre y cuando su bienestar forme parte de la función de utilidad de los agentes que deciden, y en la medida en que la afecten: es decir, en la medida en que los que deciden sean altruistas y se preocupen por el bienestar de los demás.

Aceptar que sean los consumidores los que determinen en definitiva la es­tructura productiva y distributiva de la sociedad (incluido el nivel de calidad ambiental), supone aceptar como buenas, por lo menos, dos cosas.

a)En primer lugar, el principio de la soberanía del consumidor. Admitir, en otras palabras, que la persona es la mejor juez sobre su propio bienes­tar, la que mejor sabe lo que le conviene o deja de convenir. Esto, sin embargo, no siempre es aceptado sin más por la sociedad. En numero­sas ocasiones el Estado interviene precisamente porque cree lo contra­rio, sin que por ello sea tachado de no democrático, o no representativo. Es el caso de los llamados «delitos sin víctima», como la penalización del consumo de estupefacientes.

b)En segundo lugar, el sistema de democracia de mercado. Se afirma, en efecto, que el sistema de mercado es democrático: la gente expresa en él sus preferencias, dice lo que quiere adquiriendo unos productos en lugar de otros. Es más, revela también la fuerza de las mismas, de ma­nera que la información que se proyecta incluye no sólo el sentido del voto, sino la intensidad del mismo: cuánto más se está dispuesto a pagar por un producto determinado (una marca, por ejemplo), frente a la siguiente alternativa. El mercado refleja, las preferencias de la sociedad en función de cómo está repartido en ella el poder adquisitivo.

2.2. Consideraciones en la valoración económica del capital natural

La valoración económica del capital natural encierra algunas consideraciones importantes de analizar con detenimiento. La primera es el tipo de activo que representa el capital natural (Figura 2.1.). Este puede ser producido por el hombre lo que confiere la característica principal de ser un activo controlado, por ejemplo los cultivos agrícolas, las plantaciones forestales, la piscicultura entre otros. También puede ser un activo no producido por el hombre, como son los bosques naturales, el suelo, los ríos, entre otros. Los activos no producidos pueden pasar de ser no controlados a controlados por el hombre, como en el caso de las represas hidroeléctricas donde se controla el flujo hídrico para ser empleado en una actividad económica específica.










































Figura 2.1. Clasificación de activos

Fuente: Elaboración propia basada en Naciones Unidas, 1994.

Por otro lado, el capital natural puede ser un activo fijo o un activo en inventario. El activo fijo tiene la característica principal de que son utilizados como fuente de producción y reproducción como el bosque nativo que produce madera, alimentos, y otros materiales útiles a la sociedad. Los activos fijos no se gastan totalmente en el proceso de producción, por lo que en los costos de producción de bienes y servicios se considera la depreciación4 del activo. Esto implica la necesidad de determinar la depreciación de un activo natural en función de su aprovechamiento, considerando la degradación y el agotamiento que sufre en cada período de producción. Con relación a los activos en inventario representan las estimaciones de la disponibilidad de recursos que se pueden transar en el mercado o utilizar en el proceso productivo en un período dado. En síntesis, los activos totales de los que dispone una sociedad para su desarrollo es la suma de los activos fijos y los activos en inventario.

Entendido así el capital natural, es necesario hacer una identificación de los aportes que brinda a la sociedad en términos de los flujos que genera. Estos flujos han sido conceptualizados bajo el término de servicios ambientales, para asociar los beneficios que brindan los ecosistemas a la sociedad. De esta manera, el valor económico del capital natural depende de las existencias actuales y de los flujos que genera, de modo que al hacer la valoración económica se requiere diferenciar las existencias, de los flujos, debido a que el valor difiere sustancialmente entre uno y otro.

En cuanto a las existencias, hay que hacer la clasificación entre activo natural producido y activo natural no producido en función de la valoración económica. En el caso de los activos naturales producidos es posible utilizar precios de mercado relacionados con los costos de establecimiento, administración y mantenimiento. Esta estimación representaría el mínimo valor económico para ese activo y la referencia básica para establecer los precios de los distintos flujos que este activo ofrece a la sociedad. Además, los productos que se derivan de estos activos son susceptibles de transacciones mercantiles, por lo que normalmente hay un precio de mercado para ellos.

Si son activos naturales no producidos, la valoración económica no está directamente referida a costos de producción y no hay un mercado explícito para ese tipo de activos por lo que no son posibles las transacciones mercantiles correspondientes ni la asignación de un precio. Lo que se sugiere es el uso de valoraciones indirectas que permitan una aproximación al valor del activo, como puede ser el costo de oportunidad del activo cuando existe la posibilidad de utilizarse para otros fines. Al no disponerse de un costo de establecimiento para los activos naturales no producidos, se hace imposible inferir un precio para los distintos bienes y servicios que brindan a la sociedad. Además, aunque es reconocido el beneficio que estos bienes y servicios brindan a la sociedad, no hay un mercado que reconozca un precio para ellos. Por eso, se recurre a estimaciones de valor basado en métodos indirectos que permitan el establecimiento de los precios para estos bienes y servicios, lo que ayuda a disminuir el subsidio ambiental en el que se incurre con el desarrollo de las distintas actividades productivas.

Cuando un bosque natural y una plantación forestal, se valoran en términos de la producción anual de flujos, como servicios a la sociedad, deben también considerarse las características y valores de los ecosistemas de donde provienen dichos flujos. Así, para valorar flujos hídricos o fijación de gases, provenientes de plantaciones, el valor de mercado asociado con los costos de establecer y proteger la plantación, más el valor de la tierra, son aspectos que deben considerarse; en cambio, cuando esos servicios provienen de bosques nativos -no producidos por el ser humano-, dichos flujos deben responder a una valoración de tipo social, en la que se puedan utilizar medidas de valoración contingente, como por ejemplo, el método de disponibilidad de pago5, con el que se puede determinar la forma en que la sociedad percibe el valor de los servicios cuando éstos son producidos por bosques con las características mencionadas.

Numerosas discusiones se llevan a cabo para definir metodologías desde el punto de vista económico-ecológico del valor de los activos naturales y sus servicios ambientales, con el objetivo de promover procesos eficientes y productivos (Costanza et al., 1998; Daily, 1998; Castro y Barrantes, 1998). Si se considera que la valoración de la biodiversidad es inseparable de las decisiones que deben tomarse sobre sus usos, muchos indican que la valoración de la biodiversidad y sus servicios son imposibles, ya que existen muchos efectos intangibles, como la vida humana, la estética y otros beneficios. Sin embargo, en la práctica, como señalan Costanza et al. (1998), todos los días estamos valorando los servicios ambientales de la biodiversidad y éstos mantienen estrecha relación con el desarrollo de un país. Para valorar los beneficios económicos de la biodiversidad, resulta indispensable tener claro que se trata de flujos provenientes de activos naturales producidos y no producidos y, por lo tanto, deben ser considerados como tales a la hora de asignarles su valor (Naciones Unidas 1993; Hanna y Munasinghe 1995; Bowers 1997). Dicha valoración está determinada por la forma en que la sociedad percibe esos beneficios derivados de los activos naturales.

2.3. Reconocimiento de la importancia social de los ecosistemas naturales como premisa para su valoración económica

El cambio en la oferta de servicios ambientales podría conducir a escasez cuando el ecosistema haya reducido sus existencias y la población y el dinamismo económico del país hayan aumentado. Esto hace que la sociedad reaccione, dando un mayor valor a los flujos de servicios; esta situación se aplica claramente a asuntos relacionados con el flujo hídrico que disfruta la población. Por eso la respuesta de la sociedad ante cambios de existencias en los activos, es un aspecto muy importante a tomar en cuenta cuando se piensa en valoración, ya que un flujo de un determinado activo podría tener valor cuando la sociedad así lo perciba.

Desde el momento en que se toman decisiones para proteger o usar un servicio de la biodiversidad, se está en el proceso de valoración. Así, los cambios provocados en la calidad y la cantidad de los servicios de un ecosistema tienen valor, ya que se pueden asociar con cambios en los costos de las actividades humanas que pueden mejorar el nivel de bienestar. Esos cambios se pueden reflejar en costos y beneficios que podrían impactar el nivel de bienestar del ser humano, mediante la presencia o ausencia de mercados en las actividades asociadas (Bowers, 1997; Costanza et al., 1998).

Por ejemplo, un manglar provee hábitat para organismos; por lo tanto, un aspecto de su valor es el incremento y la concentración de existencias de peces. De esta manera, un cambio en la calidad del manglar podría estar asociado a cambios en la productividad del mismo para ofrecer los distintos productos que provee a la sociedad. Por otro lado, aspectos como la conservación de la biodiversidad y la recreación que provee el manglar, no se muestran en el mercado, aunque son parte del valor del ecosistema. Lo mismo podría pasar con los bosques cuando existen mercados bien establecidos para la madera, pero el valor del hábitat de especies y las actividades recreacionales no están asociadas a un mercado (Costanza et al. 1998).

El reconocimiento de la estrecha interrelación entre conservación de la biodiversidad, desarrollo económico y bienestar de la población es, quizá, el aspecto más importante para fortalecer la valoración activos naturales y sus servicios ambientales, desde el punto de vista económico-ecológico (Figura 2.2.). Eso indica que la sociedad debe estar clara de que para poder desarrollarse, necesita mantener un flujo mínimo de servicios, a partir de los cuales pueda darse el desarrollo económico. A la vez, con el aprovechamiento de los activos naturales y los servicios ambientales es posible definir mecanismos de compensación entre actores sociales, dado que esos flujos pueden transformarse en fuente permanente de ingreso que dé sostenibilidad financiera a la conservación de la biodiversidad.





















Figura 2.2. La sociedad y el reconocimiento de que la biodiversidad es fuente de desarrollo para el bienestar y para su propia conservación.

Fuente: Castro y Barrantes, 1999.

Muchos países han definido acciones para la protección de la biodiversidad sin necesidad de haber determinado un valor económico previamente. Aunque la valoración de la biodiversidad y sus servicios es difícil e incierta, las decisiones que hace una sociedad para protegerla son indicadoras de valor, aunque no necesariamente monetarios. Sin embargo, dicho reconocimiento proporciona las bases para que la biodiversidad y sus servicios sean considerados como fuente no solo del desarrollo socioeconómico sino también de la conservación de los recursos naturales.

Actualmente, la sociedad tiene un mayor reconocimiento de los servicios ambientales de la biodiversidad, dado el acelerado flujo de conocimiento y por la aparición de actividades económicas cuyo insumo básico es el capital natural disponible. A medida que se reconocen los beneficios que deriva el capital natural a la sociedad, aumenta la necesidad de contar con valoraciones económicas que aproximen el valor monetario para los distintos bienes y servicios ambientales en los distintos usos económicos. A pesar de que los mercados son débiles en la asignación de precios para servicios ambientales, se deben considerar como el punto inicial para su valoración. Así, se parte de los valores de mercado y de los beneficios que la sociedad recibe y que no pueden ser expresados en términos monetarios por el mercado, para enriquecerlos posteriormente con información obtenida mediante técnicas de valoración de no mercado que permiten calcular, por ejemplo, lo que una sociedad está dispuesta a pagar por el bien o servicio ambiental dado el nivel de conciencia que ésta ha desarrollado respecto al valor de los servicios ambientales y a la conciencia de la estrecha relación entre desarrollo humano y riqueza natural.

2.4. Valor económico total para la biodiversidad

Dada la gran variedad de servicios ambientales que brinda la biodiversidad de los ecosistemas naturales, hace necesario considerar su valor económico total, que incluye los valores de uso (directos e indirectos), y los valores de no uso (valores de opción y de existencia) (Figura 2.3.). El valor económico total es un concepto que ilustra la complejidad que encierra la valoración económica de la biodiversidad y sus servicios ambientales, sin embargo es un enfoque apropiado para aproximar valores económicas a este recurso natural.

























Figura 2.3. Categorías de valores económicos atribuidos a servicios ambientales de la biodiversidad

Fuente: Munasinghe y McNeely, 1994.
Valor de uso directo

El valor de uso directo se refiere a los ingresos por venta de bienes derivados de los servicios que provee la biodiversidad del bosque, tales como madera, producción de bienes alimenticios (palmito), materiales para artesanía (bejucos), materiales para la construcción (hojas para techo de ranchos), otros (fauna), y servicios tales como ecoturismo y recreación, que se pueden medir por los ingresos obtenidos. El valor de uso de los bienes no maderables incluye también aquellas especies que producen resinas, chicle, plantas medicinales y alimentos de tipo silvestre que se utilizan con fines de subsistencia. En estos casos, si el precio no refleja realmente la escasez del recurso y muestra señales de distorsiones en los mercados (impuestos, subsidios, tasas de cambio, tasas de interés), se debe aplicar ajustes apropiados para la determinación de precios sombra (Dixon et al., 1988). La mayoría de estos bienes pueden valorarse a precios de mercado. Sin embargo, para los beneficios potenciales del bosque y para los bienes que no tienen precio de mercado, se puede usar otras técnicas de valoración en la aproximación de precios monetarios para tales bienes y servicios.
Valor de uso indirecto

El valor de uso indirecto se refiere al valor de las funciones ecológicas y servicios de la biodiversidad del bosque, como el ciclo biogeoquímico, protección de suelos y cuencas, secuestro de carbono, valor del turismo, oferta y calidad de agua. La valoración se basa en el uso del costo de reemplazo de los beneficios generados por el bien ambiental. Se pueden utilizar precios de mercado de bienes sustitutos o gastos potenciales, utilizando el cálculo de los costos necesarios para mitigar el impacto (Naciones Unidas, 1994; Pearce y Turner, 1995).
Valor opción

El valor de opción se utiliza en casos de usos potenciales no conocidos (Turner et al., 1990). Constituye el valor adicional para asegurar la disponibilidad futura de un servicio del ecosistema. Este concepto se fundamenta en el hecho de que, si bien rara vez existen mercados de opciones sobre servicios ambientales (y satisfacciones que proporcionan las mismas motivaciones individuales que operan en los mercados de opciones de compra de bienes raíces y valores), también existen mercados con respecto a los servicios ambientales (Randall, 1985).

Además, se entiende como una garantía de asegurar la disponibilidad futura del flujo de servicio, lo cual de otra manera no sería posible. Se asocia con recursos genéticos, por ejemplo el futuro potencial agrícola o farmacéutico de una especie o ecosistema, los cuales podrían desaparecer por alguna otra forma de explotación que exponga a su extinción o bien por opciones económicas que se podrían generar con el flujo hídrico proveniente de los bosques, entre otros factores.

El valor de opción es el valor de los beneficios esperados que la gente está dispuesta a pagar para conservar un activo y disponer de él en el futuro. Se puede entender como la garantía de asegurar la disponibilidad futura del activo, lo cual de otra manera no sería posible. Se aplica en casos de usos potenciales no conocidos, por ejemplo el valor de opción del bosque como hábitat de especies probables para producir sustancias farmacéuticas (Pearce y Turner, 1995).
Valor de existencia

El valor de existencia es el valor que la sociedad le da a un servicio ambiental, que podría no estar relacionado con ningún uso actual o potencial del mismo; sin embargo, se es consciente de que tiene valor y que debe conservarse como un producto del ecosistema, de tal manera que acompañe -en la medida de lo posible- la evolución de la diversidad biológica, para que pueda ser disfrutado por las futuras generaciones (Jansson et al., 1994; Costanza et al., 1998).

El valor de existencia se puede calcular por el conocimiento de donaciones para la conservación, o bien con el uso de los métodos de valoración contingente, en especial para aquellos casos donde el activo tiene características únicas o significados culturales o religiosos importantes para la sociedad (Pearce y Turner, 1995).

Casos claros de valor de existencia serían aquellos asociados a los ingresos y gastos de un país por el servicio de investigación que podría generar ingresos, mediante la venta de libros, videos y otras formas de diseminación de información. El VET integra valores de uso (p. ej. producción de madera) y valores de no uso (beneficios de la conservación).

Para obtener el VET, en el caso del bosque, se deberían considerar inicialmente aquellos bienes y servicios económicos que generan bienestar al ser humano (p. ej. demanda por madera, por áreas agrícolas o por la necesidad de exportar madera para generar ingresos). También deben ser considerados los valores asociados a opciones futuras y a la existencia del recurso como tal. Para aquellas funciones del bosque que son parcial o totalmente no comercializadas, lo primero que se debe hacer es estimar un precio apropiado (sombra) que refleje adecuadamente el valor que la sociedad le confiere a esas funciones. En segundo término, se deben desarrollar los mecanismos apropiados para capturar los valores económicos estimados (Adger et al., 1995).

El valor económico total variará de acuerdo con el grado de degradación o agotamiento en que se encuentre el bosque en estudio, y según el tipo de bosque, en relación con los bienes y servicios de uso directo o indirecto y el valor de existencia. Es de esperar que bosques no intervenidos y ubicados en una misma región presenten valores mayores que aquellos que son comparables geográfica y climáticamente, pero con tasas de degradación o agotamiento mayores y, por lo tanto, con menos capacidad de producir flujos permanentes de servicios ambientales. De la misma manera, los bosques en los cuales la protección, y no el uso económico, es la función principal (área central), serán valorados dando más énfasis al valor de existencia que a sus usos directos; se los valorará como una unidad.

Dada la variedad de activos y servicios disponibles en el medio natural, se hace necesario considerar la valoración formando criterios de mercado y no de mercado dependiendo de si se transan o no dentro del mismo.

2.4.1. La valoración directa de mercado

La valoración a precios de mercado puede aplicarse a inventarios de activos naturales producidos y sus servicios ambientales. También puede aplicarse en algunos casos a lo que son los activos y flujos naturales no producidos. En tal caso, es necesario considerar las diferencias entre activos naturales producidos y activos naturales no producidos; así como también, en los flujos de bienes y servicios provenientes de esos activos y el precio actual de esos bienes, considerados como servicios de la biodiversidad, se puede valorar para las existencias y los flujos, simplemente utilizando valores que provee el mercado (Naciones Unidas 1994). Si son activos producidos la valoración está determinada fundamentalmente por los costos de producción; si son activos no producidos la valoración puede estar determinada por activos sustitutos que se transan en el mercado y que tienen un precio

Los activos naturales producidos y las corrientes de bienes y servicios correspondientes, se valoran a precios de mercado. El costo de utilización de estos activos, se calcula partiendo del supuesto de que son iguales a su depreciación en el período de análisis comprendido. Su depreciación está dada por el consumo del activo fijo y esto refleja una disminución en el valor total del activo causado por su uso económico; la degradación de estos se calcula mediante los costos de sustitución.

En el caso de la corriente de servicios ambientales que producen los activos naturales no producidos, podría calcularse utilizando los datos referentes a los alquileres o rentas que se pagaron con el fin de obtener autorización para utilizar esos activos (Naciones Unidas, 1994). En el caso de los inventarios, podrían asociarse con el nivel de explotación del activo que no supere su rendimiento máximo sostenible. Generalmente se asocia con un derecho de explotación, que se puede vender en el mercado (Naciones Unidas, 1994).

Cuando no existen transacciones mercantiles, se tendrá que aplicar una valoración diferente. En ese sentido, se prefiere una valoración directa o indirecta de no mercado. La valoración directa se apoya en indicaciones de preferencias, mientras que la valoración indirecta normalmente hace uso del costo de sustitución o del costo de oportunidad (Naciones Unidas, 1994).

2.2.2. La valoración directa de no mercado

En la valoración directa de mercado, frecuentemente se ha utilizado la técnica contingente cuando el medio natural es aprovechado como un bien de consumo público; tal es el caso del agua, el aire y los servicios recreativos que proporcionan los activos naturales. Así, se puede determinar una cuantía monetaria para el caso de una disminución en la calidad de agua y se puede preguntar a cada persona cuánto podría ser el monto anual que estaría dispuesta a pagar para evitar el cambio en la calidad del activo. Entre estos métodos directos se pueden mencionar la disposición a pagar, los precios hedónicos o los costos de viaje, los cuales constituyen una posibilidad para aproximarse a un amplio conjunto de funciones del medio natural (Pearce y Turner, 1995).

La aplicación de la valoración indirecta de no mercado a las funciones y servicios ambientales, consiste en utilizar costos efectivos o hipotéticos. Los efectivos son aquellos en los que se incurre para mantener los servicios que produce la biodiversidad. Entre ellos se consideran los gastos de protección de bosques y otros ecosistemas, y los datos para atacar los daños causados, como por ejemplo daños a la salud por una disminución de la calidad del ecosistema.

Los costos en que incurre un área protegida para poder lograr la protección ambiental deseada, de tal forma que se impida la degradación del ecosistema y sus servicios o bien que restaure los daños ya existentes, constituyen un indicador de que se está luchando para mejorar la calidad de los activos y sus funciones. En tal caso, se incurre en una serie de gastos que pueden utilizarse como indicadores para valorar el esfuerzo por mantener la calidad del servicio deseado.
Una población podría perfectamente estar dispuesta a pagar los gastos efectivos para protegerse de un deterioro en la calidad del aire o del agua, y esto podría ser una interpretación del valor mínimo asociado a una disminución en la calidad del servicio ambiental. Ejemplos de valoración indirecta de no mercado son los costos de mantenimiento y el costo de oportunidad.

Costos de mantenimiento. Se refieren a los gastos que se hubieran requerido para mitigar el daño, de tal manera que el medio natural pueda mantener sus características cuantitativas y cualitativas a largo plazo. Incluyen los costos de sustitución de las disminuciones, los costos de protección ambiental y los costos de restauración del ecosistema para que siga proporcionando los servicios requeridos. Para el caso de un bosque, por ejemplo, el costo de la disminución sólo tendrá importancia cuando la disminución supera el crecimiento natural (Naciones Unidas, 1994).

Los costos de disminución por extracción se pueden registrar a valores de mercado, lo mismo que los costos de protección, hasta que el activo recupere sus condiciones originales. El costo de reemplazo se utiliza como una aproximación al costo ambiental. En este caso, se prefiere la evaluación antes y después de aplicada la técnica; se podría discutir que los beneficios ambientales podrían ser similares a su costo de reemplazo. Uno de los grandes problemas que se presentan con la adopción de este tipo de método es la carencia de información para valorar los recursos. Sin embargo, se pueden utilizar medidas comparativas, como es el caso de los costos de mercado de los sustitutos producidos en forma artificial. Si los sustitutos no están disponibles, se podría utilizar la construcción de mercados artificiales para determinar la disponibilidad de pago del bien o el servicio.

La información sobre el costo de reemplazo se puede obtener mediante observación directa y cuantificación de los gastos actuales de recuperar en forma cualitativa y cuantitativa un recurso. A su vez, hay que tener presente el hecho de que los resultados del mismo no serán del todo perfectos, en el sentido de que la restauración total es difícil de lograr (Pearce y Turner, 1995). Ejemplo de esto son los gastos asociados para purificar agua, mediante la construcción de plantas de tratamiento que permitan regresar a los estados requeridos por la sociedad.

El costo de oportunidad puede constituir una buena alternativa para el cálculo del costo del daño en el sitio deteriorado, si se utiliza para calcular los ingresos en términos del VPN que se dejó de percibir en ese sitio con la mejor alternativa económica persistente en el área de recuperación por los años que se requirieron para la regeneración del área, hasta el punto en que se pueda lograr un estado cualitativo y cuantitativo similar al que mostraba originalmente el servicio ambiental (antes de la realización del proyecto o actividad). Para mayor detalle de la aplicación de los métodos de valoración.

2.5. Métodos de valoración económica6

Los principales métodos de valoración se pueden agrupar, así: métodos de valoración a precios de mercado, incluyendo la estimación de beneficios de consumo y producción de subsistencia; Métodos de mercados sustitutos, incluyendo el modelo del costo de viaje, modelo hedónicos y modelos de bienes sustitutos; Método de la función de producción, los cuales se centran en relaciones biofísicas entre las funciones ambientales y las actividades de mercado; Métodos de preferencias expresadas, principalmente el método de valoración contingente y sus variantes; y los métodos basados en costos, incluyendo el método de los costos de reposición y gastos defensivos.

2.5.1. Valoración utilizando precios de mercado

Los métodos de valoración más sencillos son aquellos que se basan en los precios de mercado. Muchos de los bienes y servicios proveídos por agro son comercializados (madera, leña, carne, pescado, minerales, productos agrícolas) ya sea en mercados locales o internacionales. Así, los precios de mercado pueden ser utilizados para construir cuentas financieras para comparar los costos y beneficios de las alternativas del uso de la tierra. Los precios son obtenidos en el mercado a través de la interacción entre los consumidores y productores sobre la demanda y oferta de los bienes y servicios. Cuando se utilizan precios de mercado en una valoración financiera es importante determinar el mercado apropiado.

2.5.2. Métodos de Mercados Sustitutos

Un segundo grupo de métodos se basa sobre el hecho de que algunos beneficios de los servicios ambientales pueden ser reflejados indirectamente en el gasto del consumidor, en los precios de mercado de bienes y servicios, o en el nivel de productividad de algunas actividades del mercado. Estos métodos se basan en sofisticadas técnicas esta-dísticas, tales como, los modelos de precios hedónicos y el costo de viaje, así como en técnicas más sencillas como el método de bienes sustitutos. La base teórica para todos estos enfoques es la función de producción de hogares, las cuales describen cómo los consumidores intentan maximizar su bienestar mediante el reparto del tiempo y recursos para diferentes actividades.

2.5.3. Método el Costo de Viaje

El método del costo de viaje (MCV) está basado en el supuesto que los consumidores valoran un servicio ambiental en no menos que el costo de acceso al recurso, incluyendo todos los costos directos del transporte, así como también el costo de oportunidad del tiempo gastado en viajar al sitio (por ejemplo, ingresos perdidos). Este método basado en encuestas ha sido utilizado extensivamente, especialmente en países desarrollados, con la finalidad de estimar los servicios ambientales proveídos por los sitios de recreación (por ejemplo, reservas naturales, playas y agro-paisaje).

2.5.4. Modelos Hedónicos

Otra técnica de valoración económica es el método de los precios hedónicos, el cual intenta aislar la influencia específica de un servicio ambiental sobre el precio de mercado de un bien o servicio. Las aplicaciones más comunes de este método se centran en el valor de la propiedad y los salarios diferenciales, los cuales son utilizados para valorar los bienes y servicios ambientales. La aplicación del enfoque de los precios hedónicos al valor de las propiedades incluyen la observación de diferencias sistemáticas en el valor de las propiedades entre ubicaciones y aislar el efecto de la calidad ambiental sobre estos valores. El valor de mercado de una propiedad residencial, por ejemplo, está afectada por muchas variables incluyendo su tamaño, ubicación, materiales de construcción, y también la calidad del medio ambiente que le rodea.

2.5.5. Método de bienes sustitutos

Para aquellos servicios ambientales que no tienen mercado o que son utilizados directamente (por ejemplo, leña), el valor puede ser un aproximado del precio de mercado de bienes similares (por ejemplo, la leña vendida en otras áreas) o el valor de la mejor alternativa o bien sustituto (por ejemplo, carbón vegetal). El alcance para el cual el valor del bien de mercado alternativo refleja el valor del bien ambiental en cuestión depende del grado de similitud o sustitución entre ellos (SUMA No. 41, 2000-7).

2.5.6. Métodos basados en la función de producción

Un tercer tipo de método de valoración económica es el enfoque de la función de producción (también llamada técnica del cambio en la producción, método insumo-producto o dosis-respuesta). Este método relaciona el bienestar de las personas con un cambio medible en la calidad o cantidad de un recurso natural (Mäler, 1992). El enfoque de la función de producción puede ser utilizado para estimar el valor de uso indirecto de los servicios ambientales, a través de su contribución a las actividades de mercado. El enfoque es referido como el método de la función de producción porque muchos estudios estiman el impacto sobre la producción económica.





2.5.7. Métodos basados en preferencias expresadas

Valoración Contingente

El método de valoración contingente obtiene expresiones de valor por parte de las personas entrevistadas por aumentos o disminuciones específicas en la cantidad o calidad de un servicio ambiental. La mayoría de estudios utilizan información de entrevistas realizadas a través de encuestas (Mitchell y Carson, 1989). Las estimaciones del valor económico obtenidas por este método son “contingentes” porque los valores estimados son derivados de una situación hipotética que es presentada por los investigadores a los entrevistados. Todos los enfoques basados en precios de mercado, mercados sustitutos y funciones de producción descansan sobre el uso de precios de mercado (preferencias reveladas) para estimar el valor económico de los servicios ambientales. Una alternativa consiste en preguntar directamente a los consumidores que establezcan sus preferencias (preferencias expresadas), en términos de un mercado o pago hipotético. En este enfoque, la información basada sobre el valor de un servicio ambiental se obtiene por medio de preguntas directas a los consumidores sobre su disponibilidad a pagar por medio de entrevistas. La técnica de preferencias expresadas más ampliamente utilizada y desarrollada es el método de valoración contingente (MVC).

2.5.8. Métodos de valoración basados en costos

Además de los métodos descritos anteriormente para estimar los beneficios de los servicios ambientales, pueden ser utilizados los enfoques basados en costos para dar alguna luz sobre los costos de mantener tales servicios. Hay tres métodos alternativos que se basan en los costos de proveer, mantener y restaurar los bienes y servicios ambientales: Método del costo de reemplazo, el cual mide los beneficios mediante la estimación de los costos de reproducir los niveles originales de beneficio. Método de los gastos preventivos, el cual estima los costos de prevención o de defensa en contra de la degradación de los servicios ambientales; y Método del costo de oportunidad, el cual utiliza costos de producción como una aproximación rudimentaria del valor de los servicios ambientales. Las técnicas basadas en costos son utilizadas comúnmente cuando existe una limitación en tiempo y recursos para una estimación más rigurosa del valor de los servicios ambientales. Tales técnicas deben de ser utilizadas con mucho cuidado, con particular atención para asegurar que los beneficios y costos de los servicios ambientales no sean confundidos. Ya que las técnicas basadas en costos no miden directamente la disponibilidad a pagar de los servicios ambientales, los resultados estimados pueden sobre o subestimar tales servicios (Adaptado de Bishop,1999).

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