UN DIOS INTERIOR (1986)
René Dubos

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" La ecología humana se ve abocada a considerar las relaciones en los sistemas desde la perspectiva que proporciona la privilegiada posición del hombre en la naturaleza. Situar al hombre en el pináculo de la creación parece incompatible a primera vista con las enseñanzas ecológicas ortodoxas. Los ecologistas profesionales tienden a sentirse agraviados por la perturbadora influencia que la intervención humana ha causado en los sistemas naturales. Pero si se formula con propiedad, el antropocentrismo es una actitud muy diferente de la tosca creencia según la cual el hombre es el único valor a considerar en lo que respecta al gobierno del mundo y que el resto de la naturaleza puede ser sacrificada libremente en aras de sus caprichos o de su bienestar.El antropocentrismo ilustrado admite que, a largo plazo, el bien del mundo coincide con el más profundo bien del hombre. El hombre puede manipular la naturaleza en interés propio siempre que el primero la ame por lo que es.

Aunque el mundo vivo sigue alimentando y conformando al hombre, éste posee actualmente el poder de transformarlo y de decidir su destino, y con él el suyo propio. La Tierra y el hombre son dos componentes complementarios de un sistema que podría calificarse como cibernético, puesto que cada uno modifica al otro en un continuo acto de creación. El precepto bíblico de que el hombre fue puesto en el jardín del Edén "para que lo labrase y lo cuidase" (Génesis 2:15), constituye una primera advertencia de que somos responsables de nuestro medio ambiente. La lucha por alcanzar y mantener la calidad ambiental puede considerarse como el undécimo mandamiento, aplicado por supuesto al mundo externo pero extensible a la calidad de vida. Una actitud ética en el estudio científico de la naturaleza conduce sin dificultad alguna a una teología de la Tierra.

(...) "La actitud reverente, contemplativa y afectuosa que Francisco de Asís adoptó ante la naturaleza sobrevive hoy en la conciencia de nuestro parentesco con todos los seres vivos y en el movimiento ecologista. Pero la reverencia no basta, porque el hombre no ha sido nunca testigo pasivo del acontecer natural. Su mera presencia altera el entorno y sus únicas opciones en el trato con la tierra consisten en ser constructivo o destructivo. Para ser creativa, la relación del hombre con la naturaleza debe estar regida tanto por su sentido común, por su corazón, como por su conocimiento. Debe leer en el libro de la naturaleza externa y en el de la suya propia para descubrir las consonancias y los rasgos comunes."
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Greenpeace

DECLARACIÓN DE INTERDEPENDENCIA 
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La palabra "ecología" contiene el concepto más revolucionario que ha aparecido desde que Copérnico demostró que la Tierra no era el centro del Universo. La ecología nos enseña que el hombre no es el centro de la vida de este planeta. Todas las especies cumplen su función en el gran esquema vital. cada una de ellas desempeña un papel, por muy difícil de descubrir que nos resulten algunos.

La ecología nos enseña que toda la Tierra forma parte de nuestro "cuerpo" y que debemos aprender a respetarla como tal. De la misma forma en que nos amamos a nosotros mismos debemos amar a todas las formas de vida del planeta -las ballenas, las focas, los bosques y los mares-. La gran belleza del pensamiento ecológico consiste en mostrarnos un camino hacia la comprensión del mundo natural, comprensión urgentemente necesaria para evitar un colapso final del ecosistema planetario.

La ecología nos ha aportado muchas ideas que podemos agrupar en tres "Leyes Ecológicas" básicas, que se cumplen para todas las formas de vida. dichas leyes pueden enunciarse así:

PRIMERA LEY DE LA ECOLOGÍA

Establece que todas las formas de vida son interdependientes. La presa depende tanto del predador, para controlar su población, como el predador de la presa que le sirve de alimento.

Ejemplo: Los seres humanos, en su propio interés, desarrollan a menudo planes para exterminar especies consideradas "indeseables". Existirían pocas objeciones a un programa que propusiera erradicar a los mosquitos. Sin embargo, sería más difícil que se consiguiera aceptar un plan de erradicación de las golondrinas, por la belleza del vuelo de estos pájaros mientras se alimentan de mosquitos. Cuando éstos fueran eliminados, sería interesante considerar el número de golondrinas que, como consecuencia, morirían de hambre.

SEGUNDA LEY DE LA ECOLOGÍA

Afirma que la estabilidad (unidad, seguridad, armonía) de los ecosistemas depende de su diversidad (complejidad). Un ecosistema que contenga cien especies distintas será más estable que otro que tenga solamente tres. Por lo tanto, un bosque tropical es más estable que una tundra ártica.

Ejemplo. Consideremos un ecosistema natural, como un bosque que contenga una docena de especies de árboles. Cada especie es susceptible de contraer enfermedades específicas que pueden matar a un tipo de árbol. Si existen muchas especies arbóreas, es muy difícil que a todas les afecte la misma enfermedad y, como se van intercalando árboles de especies distintas, hay menos posibilidades de que la epidemia se extienda. Cuando el hombre entra en acción con su industria maderera y papelera, el bosque se tala y se reemplaza por una sola especie -la que se adecua más a las necesidades humanas-, con lo que las otras once del ejemplo desaparecen. Si surge entonces una enfermedad específica de este nuevo tipo de árboles, se produce una epidemia que afecta a todo el bosque.

TERCERA LEY DE LA ECOLOGÍA

Establece que todas las materias primas son limitadas (alimentos, agua, aire, minerales, energías) y que existen límites en el crecimiento de todos los sistemas vivos. Estos límites se hallan determinados por el tamaño de la Tierra y por la limitada cantidad de energía que nos llega del Sol.

Ejemplo: Existen tantos ejemplos de nuestra poca capacidad de comprensión de esta ley, que un sólo no podría explicar la peligrosidad de la situación actual. Es suficiente decir que estamos aproximándonos a los límites de muchos elementos de la naturaleza, incluyendo tierras de cultivo, pesca, ballenas, petróleo, minerales, agua y bosques. En este proceso estamos creando una situación desesperada para las especies que dependen de muchos de estos elementos de la Naturaleza.

ACTUEMOS CONTRA LA DESTRUCCIÓN

Si ignoramos las consecuencias de estas "Leyes de la Ecología" continuaremos siendo culpables de crímenes contra la Tierra. La destrucción de la Tierra conducirá inevitablemente a nuestra propia destrucción.

Trabajemos, pues, juntos para poner punto final a la destrucción del planeta por la codicia e ignorancia humanas. Por medio de la comprensión de los principios ecológicos debemos encontrar nuevos caminos para la evolución de los valores y las instituciones humanas. Los planes económicos a corto plazo deben ser reemplazados por acciones basadas en la necesidad de conservar y preservar la totalidad del ecosistema planetario.

Debemos aprender a vivir en armonía no sólo con el resto de los seres humanos, sino con todas las bellas criaturas que pueblan el planeta.  
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3. Servicios Ambientales: conceptos y aplicaciones

Las complejas funciones presentes en los ecosistemas proveen beneficios económicos y no económicos al ser humano que determinan, de alguna manera, el bienestar que se puede obtener de ellas. Es decir, que el bienestar de la sociedad está relacionado con la calidad y cantidad de funciones de los ecosistemas. Cuanto más deterioradas estén esas funciones, el bienestar de la población tiende a deteriorarse ya que los servicios ambientales que proveen dichas funciones tienden a desaparecer.

Los servicios del ecosistema se pueden ver como un flujo de materiales, energía e información que se produce en los ecosistemas, los cuales combinados con otros servicios producidos por el ser humano (activos producidos) contribuyen al bienestar humano. Estudios desarrollados por Costanza et al. (1998), conducentes a identificar los servicios del ecosistema y su funcionamiento a nivel mundial, indican que los servicios ambientales son críticos para el funcionamiento del sistema de vida del planeta, pues contribuyen directa e indirectamente al bienestar humano y, por lo tanto, representan parte del valor económico total (VET) del planeta. Se ha estimado que el valor de los servicios ambientales (fuera del mercado) tiene un valor promedio cercano a los US$33 millones de millones por año, lo cual se puede comparar con un producto planetario bruto, cercano a los US$18 millones de millones por año.

Como es reconocido, el aumento de la cobertura boscosa implica un costo de oportunidad por la renuncia a los ingresos potenciales que generaría una actividad económica en esas tierras. Esto implica la compensación a los dueños de las tierras con un monto igual o superior a su costo de oportunidad para que dedique sus tierras a la protección y conservación de cuencas. Esta compensación debe salir como una transferencia de recursos financieros provenientes de los bienes y servicios que se derivan de él; por ejemplo, de los sistemas de abastecimiento de agua y de los usuarios del agua, así como de los otros servicios del bosque que podrían explotarse (además de los recursos hídricos), tal como la captura de carbono, la belleza escénica, etc.

En la Figura 3.1. se presenta al bosque como un ente productor de bienes y servicios. De tal forma, se puede comparar su productividad con la de otras actividades económicas que compiten por el uso del suelo. Como puede observarse en esa figura, el 100% del costo de oportunidad del bosque debe compensarse proporcionalmente por los distintos bienes y servicios que de él se exploten. Es decir, si CB es el costo de oportunidad del bosque y Xi es el bien o servicio a explotar, entonces:

(ec. 3.1)

Dicha transferencia se justifica porque la conservación, protección y recuperación de bosques es una actividad que genera externalidades positivas para las actividades económicas y humanas, un flujo continuo y permanente de servicios ambientales. Así mismo, los costos de operación de los sistemas productivos podrían disminuir con el tiempo, al tener que gastar menos en mantenimiento de los sistemas, y al no tener que desplazarse hacia otras áreas más alejadas para proveerse del servicio ambiental que ha sido deteriorado en las cercanías.














Figura 3.1. Los ecosistemas como fuente de bienes y servicios a la sociedad

Fuente: Elaboración propia.

En la actualidad, algunos ecosistemas están bajo alguna categoría de manejo y, en términos generales, se han clasificado como áreas silvestres protegidas1. Esas áreas son espacios (de tierra y mar) que se encuentran en su estado natural o seminatural o en estado de abandono: bosques, pantanos, zonas costeras, arrecifes de coral, etc.; en ellas la intervención del ser humano es mínima en cuanto a la manipulación de la naturaleza (Bermúdez, 1996). Según UICN (1992), las áreas protegidas son designadas, reguladas y manejadas para cumplir determinados objetivos de conservación, es decir, producir una serie de bienes y servicios de los ecosistemas para el sustento de las actividades humanas económicas y no económicas.

Actualmente, el costo de la protección del hábitat es asumido por los propietarios de bosques y reservas privadas y, en el caso de áreas protegidas, por el Estado. Relativamente pocos beneficios directos se reciben como resultado de la inversión hecha en salvar y proteger grandes muestras representativas de la biodiversidad existente en el país. Los escasos usos de la tierra beneficiosos para el ambiente, y de las cuales se derivan beneficios directos, han sido el manejo de bosques y las actividades relacionadas con el ecoturismo. Ambas varían en términos de su impacto ambiental y sostenibilidad. Por ejemplo, ninguna provee incentivos claros para la restauración de áreas silvestres, dado el largo período de tiempo requerido para la transición de pastizales a bosque. En resumen, las fallas del mercado para internalizar los beneficios de la conservación resultan en costos asumidos por los propietarios de la tierra, sean entidades públicas o privadas (Panayotou, 1994).

Esa situación crea la equivocada percepción de que la conservación representa un alto costo y un sacrificio de oportunidades económicas contenidas en usos tradicionales de la tierra. Esta distorsión implica un particular reto, especialmente en un país con una población creciente y demanda por tierra. Bajo esta presión, la inhabilidad de generar beneficios directos de la conservación fácilmente puede significar que las áreas protegidas, de las cuales la sociedad deriva una serie de beneficios ambientales y económicos intangibles en el sistema económico tradicional, sean alteradas y cambiadas a otros usos para satisfacer intereses locales.

Por supuesto, resulta urgente la búsqueda de opciones de financiamiento que permitan garantizar la permanencia de las áreas silvestres, pagando a los dueños de la tierra el costo de oportunidad que significa dejar el suelo bajo cobertura vegetal o bajo protección versus la mejor alternativa económica a la que se renuncia. En lo posible, esa fuente de financiamiento debe estar sustentada en los beneficios económicos que se obtienen por el uso de los bienes y servicios de los ecosistemas (Barrantes y Castro, 1999; Ley Forestal, 7575, 1996; Ley de Biodiversidad, 1997).

3.1. Los servicios ambientales de ecosistemas naturales

Para identificar servicios ambientales de la biodiversidad, es necesario definir qué se entiende por servicio ambiental y qué se entiende por función ambiental. A pesar de que muchos consideran funciones y servicios equivalente, existen diferencias conceptuales que permiten distinguir entre ambos conceptos (Hueting et al. 1997; De Groot et al. 1994). Así, mientras las funciones ambientales se definen como posibles usos de la naturaleza, los servicios son las posibilidades o el potencial a ser utilizado por los humanos para cualquier fin (Hueting et al., 1997). No obstante, lo importante es entender cómo una sociedad percibe los usos de los flujos de servicios ambientales que provienen de un ecosistema, de sus especies y de su material genético.

Según Hueting et al. (1997), algunas funciones de la biodiversidad se pueden concebir como bienes de consumo y otras como bienes de capital. Cuando las funciones compiten se empiezan a ver como bienes económicos, ya que podrían conducir a un proceso de escasez. De esta forma, las funciones podrían cambiar de bienes libres con un valor económico cercano a cero, a bienes escasos con un valor positivo; ese incremento en el valor es básicamente un incremento en la escasez cuando se dejan de lado los principios de sostenibilidad.

Esta diferenciación entre funciones y servicios de la biodiversidad pareciera no ser compartida por De Groot (1994), quien considera que el ecosistema sólo provee funciones; sin embargo, divide las funciones en varios tipos: i) regulativas; ii) de apoyo; iii) de producción y, iv) de información, tal como se muestra en el Cuadro 3.1.

Las cuatro funciones descritas por De Groot (1994) podrían considerar implícitamente los servicios a los que Hueting et al. se refieren; De Groot piensa que existen funciones de producción como, por ejemplo, la producción de oxígeno, agua, alimentos, recursos genéticos, recursos medicinales y de materia prima, entre otros (Cuadro 3.1).

Las funciones regulativas se refieren a la capacidad natural y seminatural de los ecosistemas de regular los procesos ecológicos esenciales y de conservar la vida de los sistemas, contribuyendo con ello al mantenimiento de un ambiente saludable por medio de aire, agua y suelos limpios (De Groot 1994). Las funciones de apoyo, por su parte, representan la capacidad que poseen los ecosistemas naturales y seminaturales de proveer el espacio y la ubicación adecuada para diversas actividades humanas, tales como habitación, cultivos y recreación (De Groot 1994).

En cuanto a la tarea que cumplen las funciones de producción, incluyen las de proveer muchos recursos naturales, comida y materias primas para el uso de la industria energética y de materiales genéticos. Por último, las funciones de información se refieren a la capacidad que tienen los ecosistemas naturales para mantener la salud mental, ofreciendo la oportunidad de reflexionar, enriquecer el espíritu, permitiendo el desarrollo cognoscitivo y la experiencia estética (De Groot 1994).

Cuadro 3.1. Funciones del ecosistema

Funciones
Regulatorias
Apoyo
Producción
Información
Protección contra influencias cósmicas dañinas
Proveer el espacio y ubicación adecuada de:
Oxígeno
Información estética
Regulación del balance energético local y global
Cultivos (acuicultura, crecimiento de cultivos, cría de animales)
Agua (para tomar, irrigar, industria, etc.)
Información espiritual y religiosa
Regulación de la composición química de la atmósfera
Conversión energética
Comidas y bebidas nutritivas
Información histórica
Regulación de la composición química de los océanos
Recreación y turismo
Recursos genéticos
Inspiración cultural y artística
Regulación del clima local y global
Protección de la naturaleza
Recursos medicinales
Información científica y educacional
Regulación de fugas y prevención de inundaciones
Viviendas y asentamientos humanos (indígenas)
Materias primas para fábricas y confección de ropa

Recarga superficial de agua al subsuelo

Materias primas para usos diversos

Prevención y control de erosión del suelo y sedimentación

Bioquímicos

Formación de la capa subterránea y mantenimiento de la fertilidad del suelo

Combustible y energía

Fijación de la energía solar y producción de biomasa

Pastos y fertilizantes

Almacenamiento y reciclaje de materia orgánica



Almacenamiento y reciclaje de nutrientes



Almacenamiento y reciclaje de desecho humano



Regulación de los mecanismos de control biológico



Mantenimiento de la migración de los hábitats de invernaderos



Mantenimiento de la diversidad biológica y genética



Fuente: Adaptado de De Groot, en Jansson et al. 1994.

Conscientes de que hay diferencia en la forma en que se conceptualizan los términos servicio y función ambiental, pero dado que lo importante es la forma en que la sociedad misma lo infiere, preferimos no enfatizar en este enfoque las diferencias entre ambos términos, de tal forma que se respete la percepción de la sociedad acerca de la identificación y los valores asociados a los servicios ambientales de la biodiversidad.

La sola existencia de la biodiversidad de un bosque o plantación forestal proporciona, en términos generales, una amplia gama de beneficios a la sociedad. Muchos de esos terrenos, proporcionan productos y servicios económicos tradicionales tales como materias primas, frutos, empleo, etc. Adicionalmente, se derivan de ellos otros servicios no tradicionales, tales como: captación de carbono y su transformación en oxígeno; producción de material genético; medicamentos y materias primas para su producción; biodiversidad; protección del suelo contra la erosión; enriquecimiento de la calidad del suelo mediante los procesos de transformación de materiales orgánicos; protección de fuentes o mantos de agua; paisaje, belleza escénica y otros (INBio, 1998).

Recientemente, la escasez por los recursos naturales y la creciente demanda por servicios ambientales ha aumentado el interés de la sociedad por identificar y valorar las funciones y los servicios ambientales que producen los ecosistemas, con el fin de fortalecer las decisiones de política; en su mayoría, éstas han sido débiles con respecto al aprovechamiento de los servicios ambientales del ecosistema, debido a que éstos no son realmente capturados en los mercados comerciales, ni adecuadamente cuantificados para que se puedan comparar con servicios económicos y capital manufacturado (Bowers 1997). Estudios desarrollados por Costanza et al. (1998), conducentes a identificar los servicios del ecosistema y su funcionamiento a nivel mundial, indican que los servicios ambientales son críticos para el funcionamiento del sistema de vida del planeta, pues contribuyen directa e indirectamente al bienestar humano y, por lo tanto, representan parte del valor económico total (VET) del planeta.

Los servicios de ecosistemas representan los beneficios que las poblaciones humanas obtienen, directa e indirectamente, de las funciones del mismo. Costanza et al. (1998) agrupan los servicios del ecosistema en 17 categorías; considera solamente los servicios ofrecidos por ecosistemas renovables y clarifican que, en algunos casos, un servicio del ecosistema es el producto de dos o más funciones de muchos ecosistemas. También es importante enfatizar la naturaleza interdependiente de algunas funciones de muchos ecosistemas (Cuadro 3.2).

Aunque las funciones y servicios sean interdependientes, en muchos casos pueden estar juntas porque representan productos conjuntos del ecosistema que apoyan el bienestar humano. También es importante reconocer que se requiere un nivel mínimo de infraestructura del ecosistema para que se pueda producir el rango de servicios ambientales, anteriormente mencionados; el tamaño y calidad de esta “infraestructura” en términos de valoración, deberán estar representados en el VET (Costanza et al. 1998).

Algunos de los servicios ambientales en el Cuadro 3.2 se transan directamente en el mercado mientras que otros a pesar de reconocerse como vitales para la operatividad del ecosistema y la economía, aun carecen de inserción en el mercado y, por lo tanto, no tienen valoración monetaria. Esto no quiere decir que no tengan valor, ya que si se han identificado como importantes para la sociedad y, en cierta forma, hay un sacrificio reconocido para su protección, se demuestra que al menos existe un valor de existencia que podría ser -inclusive- mayor que los valores que podría ofrecer el mercado.

Cuadro 3.2. Servicios y funciones de la biodiversidad

Servicios
Funciones
Ejemplos
Regulación de gases
Regulación de la composición química atmosférica
Balance CO2/O2, otros, SOx niveles.
Regulación de clima
Regulación de la temperatura global; precipitación y otros procesos biológicos climáticos a niveles local y global
Regulaciones de gases de efectos invernadero.
Regulación de disturbios
Capacidad del ecosistema de dar respuesta y adaptarse a fluctuaciones ambientales
Protección de tormentas, inundaciones, recuperación por sequías y otros aspectos de respuesta de hábitat a los cambios ambientales, principalmente controlada por la estructura de la vegetación
Regulación hídrica
Regulación de los flujos hidrológicos
Provisión de agua (riego, agroindustria y proceso de transporte acuático)
Oferta de agua
Almacenamiento y retención de agua
Provisión de agua mediante cuencas, reservorios y acuíferos
Retención de sedimentos y control de la erosión
Detención del suelo dentro del ecosistema
Prevención de la pérdida de suelo por viento, escorrentía y otros procesos de remoción, almacenamiento de agua en lagos y humedales
Formación de suelos
Proceso de formación de suelos
Meteorización de rocas y acumulación de materia orgánica
Reciclado de nutrientes
Almacenamiento, reciclado interno, procesamiento y adquisición de nutrientes
Fijación de nitrógeno, fósforo y potasio, y otros elementos y ciclos de nutrientes
Tratamiento de residuos
Recuperación de nutrientes móviles, remoción y descomposición de excesos de nutrientes y compuestos
Tratamiento de residuos, control de la contaminación y desintoxicación
Polinización
Movimiento de gametos florales
Provisión de polinizadores para la reproducción de poblaciones de plantas
Control biológico
Regulación trófica dinámica de poblaciones
Efecto predador para el control de especies, reducción de herbívoros por otros predadores
Refugio de especies
Hábitat para poblaciones residentes y migratorias
Semilleros, hábitat de especies migratorias, hábitat regionales para especies locales, recolectadas y otros.
Producción de alimentos
Producción primaria bruta de bienes extractables
Producción de peces, gomas, cultivos, nueces, frutas, cosechas, agricultura de subsistencia, cacería y pesca.
Materia prima
Producción bruta primaria extractable de materias primas
Producción de madera, leña y forrajes
Recursos genéticos
Fuentes de material biológico y productos únicos
Medicina y productos para el avance científico, genes de resistencia a patógenos y pestes de cultivos, especies ornamentales.
Recreación
Proveer oportunidades para actividades recreacionales
Ecoturismo, pesca deportiva, y otras actividades de recreación
Cultural
Proveer oportunidades para usos no comerciales
Estética, artística, educacional, espiritual y valores científicos del ecosistema
Fuente: Adaptado de Costanza et al. 1998.
Nota: Se incluyen también como servicios del ecosistema aquellos “bienes” resultantes del mismo servicio del ecosistema.

Los servicios pueden ser considerados como un flujo de materiales, energía e información que se produce en los ecosistemas, las especies y el material genético, los cuales, combinados con otros servicios producidos por el ser humano (activos producidos), contribuyen al bienestar humano. A pesar de que es prácticamente imposible producir los servicios de la biodiversidad en forma artificial, se podría considerar el valor de éstos calculando el costo tecnológico y científico en que se incurriría para producir el servicio ambiental en dicha forma (Costanza et al., 1998).

No es muy significativo preguntar a una población acerca del valor de la atmósfera para el mantenimiento de la vida, ya que podría dar un valor infinito, pero sí tiene sentido preguntar cómo los cambios en la calidad y la cantidad de los servicios del ecosistema, pueden impactar el bienestar humano. Por ejemplo, el cambio de composición gaseosa en la atmósfera, que podría representar un aumento pequeño, podría generar grandes cambios climáticos que afectaran las posibilidades de bienestar de las poblaciones humanas en diferentes partes del planeta y, a la vez, podrían alterar ecosistemas terrestres y acuáticos y tener impactos en los beneficios y costos de las actividades humanas locales (Costanza et al., 1996).

Los servicios ambientales pueden ser analizados en tres dimensiones: i) el ecosistema; ii) las especies; iii) los genes. A nivel de “ecosistema”, se consideran aquellos servicios que solamente son producidos bajo una visión integral, donde se respeten las interrelaciones entre las comunidades de individuos y se realice un proceso productivo sin intervenciones que sobrepasen la capacidad natural de asimilación del ecosistema.

A nivel de “especie”, se pueden analizar aquellos servicios que son producidos exclusivamente por especies domesticadas y que podrían mantenerse aunque hubiera distorsiones en el ecosistema, mientras no interfieran en esas especies o bien cuando éstas se pueden extraer y reproducir fuera del ecosistema. En cuanto a “genes”, el análisis es mucho más detallado y se refiere más a la diversidad genética que se puede encontrar en cada uno de los individuos del ecosistema y que pueda utilizarse de múltiples formas.

En la Figura 3.2, se muestra la estructura analítica para la comprensión de los servicios de la biodiversidad en las tres dimensiones anteriormente mencionadas, lo cual nos permite distinguir y clasificar los servicios. Así, por ejemplo, podríamos valorar un ecosistema, por ser un banco de agua o un banco de regulación de gases. Con acciones más concretas para el uso humano y con un efecto más directo en la economía, se considera la presencia de especies y sus usos económicos; hilando más fino, y gracias a los avances de la información generada mediante programas de bioprospección, se ubican los bancos de genes que han sido utilizados como materia prima para el mejoramiento genético de las plantas cultivadas.





















Figura 3.2. Estructura analítica para los servicios que ofrece la biodiversidad a la sociedad.

Fuente: Elaboración propia.

Los servicios ambientales de los ecosistemas aún no han sido valorados; sin embargo, hay ingreso de divisas al país para desarrollar investigaciones asociadas con el recurso de biodiversidad. Esos ingresos pueden considerarse como aportes de los ecosistemas naturales y la biodiversidad presente en ellos; constituyen una justificación importante para las políticas de conservación que se implementan en el país. Estas investigaciones dan soporte al desarrollo científico del país y apoyan a las distintas ciencias en la generación de nuevos conocimientos.

No debe olvidarse que una de las funciones de la ciencia es suministrar información confiable para formular y elegir políticas acordes con el desarrollo sostenible; es decir, políticas que ayuden a comprender hasta dónde es capaz el planeta de mantener la vida en condiciones de desarrollo. Esto es particularmente importante en aspectos tales como el cambio climático, el consumo de recursos, la demografía, los océanos, la atmósfera y el deterioro ambiental.

Con la utilización de la ciencia, el aprovechamiento de los recursos naturales se hace más eficiente y se aportan nuevas opciones al desarrollo. De allí, la importancia de mejorar las evaluaciones científicas a largo plazo y fortalecer la capacidad científica. Por lo tanto, se requiere una mejor comunicación entre los científicos, los encargados de tomar decisiones y el público en general. El aumento de los conocimientos científicos mediante investigaciones específicas permitirá comprender mejor los sistemas naturales y su interrelación con los sistemas económicos y sociales, tan necesarios en la toma de decisiones. De esa manera, se contaría con instrumentos más precisos de análisis y evaluaciones, para conocer el estado actual y las posibles situaciones que podrían darse en el futuro. Estas evaluaciones y proyecciones científicas deben hacerse periódicamente y deben ser utilizadas para elaborar distintas estrategias.

Por ejemplo, el desarrollo de la biotecnología, si bien no resuelve todos los problemas del desarrollo, puede permitir una mejor atención de la salud, un aumento de la seguridad alimentaria, un mejor abastecimiento de agua potable, procesos de desarrollo industrial más eficaces, y apoyo a la reforestación y a la desintoxicación de los ecosistemas. El aumento del suministro de alimentos, el mejoramiento de su distribución y el establecimiento de sistemas de producción agropecuaria más viable requieren la aplicación de la biotecnología a la agricultura. Esto implica que se aumente el rendimiento de los cultivos, la calidad nutricional y la duración de los productos alimenticios. Para ello, debe continuar desarrollándose la resistencia a las enfermedades y las plagas, buscando variedades más resistentes o utilizar variedades agrícolas que en la actualidad no se aprovechan suficientemente (IICA 1993).

La sostenibilidad de la producción de servicios ambientales dependerá de la conservación de las existencias de activos en términos de cantidad y calidad. Si, a la vez, se reconoce que existen actividades económicas que compiten contra la protección, entonces el método del costo de oportunidad del uso de la tierra podría utilizarse para el cálculo del valor económico total, y el porcentaje asignado a cada uno de los componentes anteriormente mencionados correspondería al valor económico del servicio ambiental.

3.1.1. Descripción de algunos bienes y servicios ambientales

Se entiende por bienes ambientales aquellos recursos tangibles que son utilizados por el ser humano, como insumo de la producción o en el consumo final, y que se gastan o transforman en el proceso. Servicios ambientales son aquellos cuya principal característica es que no se gastan ni transforman en el proceso, pero generan indirectamente utilidad al consumidor de tales servicios; por ejemplo, el paisaje que ofrece un ecosistema le genera satisfacción al turista que paga por disfrutarlo. Estos servicios son, en algunas actividades económicas, el principal insumo de la producción (Azqueta y Ferreiro 1994).

Es incuestionable la importancia que tiene el medio natural como proveedor de bienes ambientales, tanto como de materias primas que apoyan la actividad productiva, así como también bienes de consumo final. De cualquier manera, se genera un beneficio económico por la utilización de los mismos, aunque no se contabilicen adecuadamente los ingresos que se obtienen y no hay un precio que refleje la escasez absoluta o relativa de los bienes ambientales. Esto significa que deben continuar los esfuerzos en el mejoramiento de la contabilidad de los aportes económicos derivados por la utilización de esos bienes ambientales, y en la valoración económica de bienes ambientales que permita incorporar cuentas monetarias en los análisis de costo/beneficio de las actividades.

3.1.2. Servicios ambientales seleccionados

En la actualidad, algunos de los servicios ambientales son explotados económicamente y otros son de aprovechamiento potencial. Sin embargo, no hay un reconocimiento explícito del pago de esos servicios por la ausencia de mercados, en los cuales no se definen precios que sustenten el pago. Por lo tanto, aunque se acepta que algunos servicios ambientales son explotados económicamente y, en consecuencia, son generadores de ingresos, todavía no hay una contabilidad que muestre los niveles de ingresos que están relacionados con el aprovechamiento de ellos. La excepción es para el servicio de regulación de gases (específicamente, el secuestro de carbono), donde se está recibiendo un pago parcial que hacen algunos países con altos niveles de contaminación. El pago es parcial porque no se consideran la cantidad real de secuestro de carbono en los bosques de Costa Rica, ni se reconoce el aporte de áreas que no son privadas. Además, aún no existe un mercado claro para el secuestro de carbono; apenas está surgiendo.

Regulación de gases con efecto invernadero (secuestro de carbono)

La regulación de gases es un servicio ambiental que ofrecen los ecosistemas boscosos cuando se fijan elementos contaminantes provenientes de las actividades productivas que se realizan tanto dentro como fuera del país. Este servicio es una forma alternativa de disminuir la contaminación atmosférica originada por la presencia de gases con efecto invernadero; que de lo contrario, habría que hacerlo desarrollando la tecnología adecuada para tal fin. Es un asunto de costo- beneficio, ya que algunos estudios comparativos muestran las diferencias en costos de disminuir esta contaminación por la fijación en los ecosistemas versus la aplicación de tecnologías para tal fin.

En este esfuerzo, la Convención Marco de Cambio Climático (CMCC) busca mitigar los efectos del calentamiento global mediante reducciones netas de gases con efecto invernadero (específicamente dióxido de carbono [CO2], metano [CH4], óxidos nitrosos [N2O] y ozono [O3]), por medio de la fijación de gases por la presencia de ecosistemas. La idea tiene potencial para promover la equidad, porque las naciones industrializadas cuentan con la tasa más alta de emisiones de gases con efecto invernadero per cápita y los mayores niveles de ingreso per cápita. En otras palabras, el objetivo es que se dé una transferencia de recursos financieros de los países con altos niveles de contaminación hacia los países que están contribuyendo a la disminución de esa contaminación.

La convención refleja un interés global en proteger el ambiente, aunque el valor específico de su cumplimiento varía en costos y beneficios, de un lugar a otro. Esas variaciones locales en costos y beneficios sugieren que el mercado puede ser utilizado para alcanzar los objetivos ambientales de la Convención. La falla del mercado en compensar al país por el valor de los esfuerzos en reforestación, conservación y los beneficios resultantes, tales como secuestro de carbono y protección de la biodiversidad, constituyen intentos iniciales para corregir las externalidades de las actividades económicas utilizando el mercado. De tal manera, el país puede recibir beneficios económicos por el servicio ambiental de regulación de gases que mitigan los impactos negativos generados por las actividades económicas del resto del mundo.

Captación y retención de agua en los ecosistemas

La disponibilidad de agua es resultado de la capacidad que tienen los ecosistemas boscosos para captarla. Esta función es considerada un servicio ambiental del cual se beneficia la sociedad, tanto en la utilización productiva como en el consumo natural del recurso. Además, la disponibilidad de agua en los ecosistemas permite el desarrollo o presencia de otros bienes y servicios útiles para la sociedad. En el caso de disminución de tales ecosistemas por causas naturales o provocadas, repercute directamente en la regulación de los recursos hídricos y afecta el desarrollo de las diversas actividades humanas que sustentan: sistemas productivos agropecuarios, piscícolas, industriales, turísticos, generación hidroeléctrica y el suministro de agua potable a la población. También repercute sobre todos los ecosistemas relacionados con los recursos hídricos (Rudas, 1995).

Además, es de esperar que la remoción de la cobertura vegetal disminuya las posibilidades de infiltración, lo que a la vez produce un incremento en la escorrentía durante los períodos lluviosos y afecta negativamente las posibilidades de almacenamiento de agua (Deeb, 1992; Álvarez, 1995). En términos generales, en los bosques tropicales se da una relación directa entre la cobertura boscosa y los caudales: a mayor cobertura en bosque, mayores caudales. En tal sentido, es conveniente un proceso de conservación, protección y recuperación de cuencas. Por lo tanto, una mayor cobertura boscosa proporciona una mejor regulación de los recursos hídricos y disminuye los sedimentos que atentan con el mantenimiento de las infraestructuras desarrolladas para la producción de algún bien o servicio (CCT-CINTERPEDS, 1995; Calvo, 1990).

Los ingresos que se obtengan por el servicio de captación y retención de agua de los ecosistemas son para el pago del costo de oportunidad de la tierra, sea privada o pública, para lo cual se necesita identificar el área correspondiente para cada una y la forma de distribución de tales recursos financieros. Por su parte, el monto correspondiente a los costos de protección es para cubrir los gastos de las instituciones que se encargan de estas labores.

La utilización de los fondos en actividades de conservación, protección y recuperación de cuencas, así como en los otros aspectos señalados en el párrafo anterior, es un compromiso de las instituciones involucradas para garantizar flujos futuros que no atenten contra el mantenimiento de las actividades que se realizan en las cuencas para la conservación de los recursos hídricos del país.

Belleza escénica como servicio ambiental de los bosques

Los ecosistemas naturales son recursos cuya belleza escénica es una opción de desarrollo para las comunidades donde se encuentran. Esa belleza escénica es un insumo importante para la actividad turística; ha representado ingresos al país durante los últimos años, superando a las principales actividades económicas tradicionales (banano y café), hasta convertirse en la primera actividad económica del país en términos del producto interno bruto. Sin embargo, no hay una cuantificación que muestre el valor de los ecosistemas en función de la belleza escénica como servicio ambiental. El reconocimiento y la implementación del cobro adecuado de este servicio ambiental le significaría al país la posibilidad de garantizar la protección, recuperación y conservación de importantes ecosistemas para el aprovechamiento de la actividad turística, asegurando así la permanencia y la sostenibilidad de la actividad en el largo plazo.

Las bellezas naturales siempre han atraído a gran cantidad de la población, pero en los últimos años se ha dado un auge del ecoturismo, muchos turistas buscan alternativas a las vacaciones tradicionales y una comprensión más profunda del medio natural. En teoría, el ecoturismo puede incrementar el valor del mantenimiento de los ecosistemas en su estado natural, con lo cual brindaría a los gobiernos y a las comunidades locales incentivos para la conservación.

La información aportada por distintas investigaciones sobre el sector revela que, entre los extranjeros, el turismo dirigido hacia las áreas protegidas se destaca como el principal motivo de visita al país. Los estudios también señalan que el turismo nacional en áreas protegidas es una actividad popular en ascenso. Los turistas extranjeros señalan el disfrute de la naturaleza como la razón principal de su visita a Costa Rica. En el caso de los extranjeros, la permanencia promedio en el país es aproximadamente de dos semanas, de los cuales 11 días guardan relación con áreas protegidas, mientras que los nacionales o residentes hacen cuatro viajes en promedio a áreas protegidas con una duración aproximada de dos días (DeShazo y Monestel 1998). En el estudio citado, los principales usos y/o actividades de los turistas extranjeros son caminatas, observación de flora y fauna, y disfrute de belleza escénica, mientras que las preferencias de los nacionales son el esparcimiento y recreación al aire libre. El turismo nacional (residente) tiene una importancia relativa para las áreas protegidas; aunque el gasto promedio del turista nacional es muy inferior al del turista extranjero, su nivel de visitas tiene un crecimiento muy significativo que sobrepasa el nivel de visitas de extranjeros en los últimos años.

Control de inundaciones

La función de los bosques de regular sus flujos hidrológicos se considera como un servicio ambiental de los bosques. Unos de los grandes problemas económicos que enfrenta Costa Rica es la degradación de infraestructura física y social a causa de los picos de agua que bajan torrencialmente en zonas de laderas, provocando inundaciones en los valles. La inundación se genera porque la presencia de cabezas de agua supera la capacidad de los cauces naturales para drenar el agua se favorecen por el proceso de deforestación y la eliminación de la biodiversidad asociada con la retención de aguas proveniente de las lluvias, la cual, bajo cobertura boscosa es retenida y drenada lentamente a las partes más bajas de la cuenca.

A pesar de que no existe, hasta el momento, ninguna retribución económica que recompense a aquellos actores sociales que en beneficio de la sociedad mantienen la cobertura boscosa en áreas frágiles, este enfoque demuestra que este servicio ambiental, además de reconocerse, debe estar contemplado en el paquete de incentivos económicos que la sociedad destina para protección y conservación.

Producción de ecosistemas

Dentro de este servicio podrían considerarse funciones tales como: la presencia de material biológico, el hábitat de poblaciones, y la oferta de recursos genéticos, el refugio de especies y la polinización, entre otros. Esta biodiversidad es realmente importante desde el punto de vista económico, porque ha permitido grandes avances a nivel científico y económico para la sociedad.

Formación y fertilidad de suelos

Un servicio biológico importante es la descomposición de gran cantidad de residuos orgánicos que favorecen la formación de suelos. La fertilidad del suelo es un componente esencial de los ecosistemas, porque todas las especies de plantas y animales los requieren para sobrevivir. Más del 99% de los productos consumidos por los humanos son producidos mediante el uso del suelo, y sólo el 0.6% proviene del océano y otros ecosistemas acuáticos (Pimentel 1997).

La biodiversidad es el componente más importante del suelo, ya que mejora su formación y mejora la producción agrícola. En promedio, una hectárea de suelo productivo contiene 1300 kg de lombrices, 1000 kg de artrópodos, 3000 kg de bacterias y 4000 kg de hongos y otras plantas y animales. Estos microorganismos reciclan los nutrientes básicos requeridos por el ecosistema, incluyendo nitrógeno, fósforo, potasio y calcio. La presencia de biodiversidad en el suelo mejora, además, la infiltración de agua, reduce la escorrentía y la erosión y, por lo tanto, mejora la productividad del suelo. Las lombrices y otros invertebrados aportan entre 10 y 500 ton/ha por año de suelo subsuperficial a suelo superficial y, por lo tanto, añaden aproximadamente 1 tonelada de suelo superficial por hectárea por año (Pimentel 1997). El nitrógeno, por ejemplo, es vital para que sobrevivan las plantas y animales, y es el mayor factor limitante en la producción agrícola, tanto en ecosistemas como en agroecosistemas. El nitrógeno en el suelo es fijado sobre todo por las plantas fijadoras del mismo (leguminosas), cianobacterias y por bacterias descomponedoras. Cada año el nitrógeno biológico fijado en los Estados Unidos es de aproximadamente 14 millones de toneladas, calculado en alrededor de US$8 mil millones por año, lo que equivale a la mitad del nitrógeno comercial aplicado en toda la economía estadounidense por año. Se calcula que en el planeta se fijan entre 140 y 170 millones de toneladas de nitrógeno, los cuales son fijados por microorganismos en tierras agrícolas y no agrícolas, con un valor aproximado a los US$90 mil millones (Pimentel, 1997).

Polinización

Polinizadores como las abejas, mariposas y murciélagos desempeñan un papel vital a nivel ambiental y económico, tanto en la agricultura como en los ecosistemas naturales. Las abejas, el mayor grupo de polinizadores, provee alrededor del 80% de la polinización de todos los insectos. En Norteamérica, aproximadamente 5000 especies de abejas tienen la capacidad de captar polen. En todo el mundo, alrededor de 20000 especies de abejas están asociadas con la polinización (Pimentel, 1998).

Aproximadamente, 20 000 especies de plantas silvestres nativas de Estados Unidos y alrededor de una tercera parte de las especies de plantas del mundo dependen del cruce biológico de polen. En la agricultura de Estados Unidos, los cultivos se han valorado en US$ 40 mil millones, los cuales provienen de la polinización de abejas. Asumiendo que a nivel mundial el valor económico es aproximadamente más de cinco veces que el de Estados Unidos, la contribución de la polinización en la agricultura mundial estimada puede ser de US$200 mil millones anuales (Pimentel, 1998).

Control Biológico

Por otra parte, tanto la producción agrícola como la ganadera se ve limitada por la presencia de plagas. Se han identificado en el mundo aproximadamente 70 000 especies de pestes, que atacan cultivos agrícolas y que han destruido más del 40% de toda la producción potencial de alimentos, a pesar de que anualmente se aplican cerca de 3 millones de toneladas de pesticidas alrededor del planeta. Alrededor del 99% de las pestes que atacan los cultivos se pueden controlar mediante enemigos naturales y la presencia de resistencia genética de las plantas huéspedes. Cada insecto considerado peste puede tener entre 10 y 15 enemigos naturales que pueden controlarlo. Los beneficios económicos de los enemigos naturales son calculados para Estados Unidos al menos en US$12 mil millones por año y para todo el planeta en US$100 mil millones (Pimentel, 1997).

Servicios farmacéuticos

Con respecto a productos comestibles, existen plantas con características medicinales cosechadas en su hábitat natural. Aproximadamente la mitad de las prescripciones médicas ahora en uso tienen como origen una planta natural y entre 35 000 y 70 000 especies del total de plantas existentes, son usadas directamente como medicinas (Pimentel 1998). Las drogas y medicinas originadas en plantas en Estados Unidos tienen un mercado anual valuado en US$36 mil millones; para el mercado asiático la cifra es de US$70 mil millones anuales. Mediante una proyección se estima que el valor en el mercado mundial es de más de US$200 mil millones (Pimentel, 1998).

Materia prima y producción de alimentos

La producción bruta primaria extraíble de materia prima y bienes de la biodiversidad se considera como servicio ambiental asociado a la producción de alimentos y materia prima. Esto incluye los servicios del ecosistema como bienes resultantes del mismo servicio. La extracción de peces de ríos y océanos, los cultivos agrícolas de subsistencia, la leña, los forrajes, la madera y los productos de artesanía, entre otros, son ejemplos claros de los ingresos generados por la biodiversidad cuando estos rubros se extraen respetando, desde el punto de vista ecológico, el rendimiento máximo sostenible; el ecosistema podría sostener a perpetuidad la oferta de estos servicios.

Información genética en ecosistemas en su estado natural

La presencia de ecosistemas en su estado natural permite desarrollar investigaciones que pueden generar a la sociedad beneficios tanto económicos como sociales. El ecosistema, al ser un banco de genes, provee las bases de información para el cruzamiento y el desarrollo de híbridos y variedades en el sector agropecuario; permite así alcanzar mayores niveles de productividad y el surgimiento de nuevos productos, con el fin de garantizar la seguridad alimentaria a una población creciente.

El potencial genético que se encuentra en la biodiversidad ha permitido importantes avances en los procesos de fitomejoramiento y mejoramiento animal de los cuales se disfruta hoy en el campo agrícola y ganadero. En ese sentido, se podría dar a la biodiversidad una categoría de banco genético con valores de uso directo, con respecto a aquellos genes ya identificados y de importancia económica para la formación de individuos con alto potencial productivo y con resistencia a plagas y enfermedades. Desde esa perspectiva, se podría asociar toda la producción agrícola y ganadera de un país como una suma de avances que han sido alcanzados por los servicios genéticos de la biodiversidad.

Se consideran como materia prima porque a partir de ellos se obtiene la sabia información que ha generado el ecosistema durante los procesos de selección natural y, a partir de esto, el ser humano toma decisiones, apoyado en el conocimiento que el ecosistema le proporciona. Como éste se va enriqueciendo con los programas de bioprospección, se le va dando mayor reconocimiento a los valores de opción futura para el uso de la diversidad genética y a los valores de existencia de bancos genéticos.

De una estimación de 250 mil especies de plantas en el mundo, los humanos utilizamos para consumo alimenticio aproximadamente 20 mil. Desde 1945, los cultivos mundiales han incrementado entre dos y cuatro veces su productividad, según el cultivo de que se trate. Una estimación de un 20 a un 40% de ese incremento es el resultado alcanzado a lo largo de los procesos de mejoramiento genético, gracias a los servicios genéticos ofrecidos por la biodiversidad. Todas las plantas cultivadas provienen de genotipos silvestres, que se cruzan para obtener variedades e híbridos comerciales, que producen mayor vigor híbrido, resistencia y fotosíntesis, razón por la cual la conservación de la diversidad genética es vital (Pimentel 1997).

Este mismo proceso ha sido aplicado para el mejoramiento de la ganadería lechera, porcina y avícola. Por ejemplo, en 1935 la producción promedio de leche por vaca, era de aproximadamente, 3600 kg/año y actualmente es de aproximadamente 8600 kg/año. En 1930, el promedio de producción de huevos por gallina, era de solamente 93 huevos por año y hoy se obtienen, al menos, 246 huevos al año (Pimentel, 1997).

Por todo lo anterior, los seres vivos en la naturaleza son una de las principales fuentes de compuestos químicos, reales y potenciales, con importancia cultural, farmacéutica, alimenticia y económica, conque cuenta el ser humano. La bioprospección o prospección de la biodiversidad consiste en buscar genes, moléculas y procesos bioquímicos útiles para la humanidad en los seres vivos. Los bioprospectores siguen pistas biológicas y contribuyen con la historia natural de organismos recolectados con usos potenciales. Además, recolectan especimenes prospectables (muestras que no causen destrucción ni promuevan la erosión genética) y se aseguran de que el aprovisionamiento futuro sea posible sin causar daños (Mateo, 1996).

Los beneficios económicos y potenciales de la bioprospección han generado gran interés en muchos países en vías de desarrollo que cuentan con un patrimonio biótico considerable. Si sus beneficios son lo suficientemente altos, la prospección de la biodiversidad podría contribuir a la conservación de la biodiversidad y al desarrollo económico y social de los países. Muchas personas consideran que la bioprospección realizada de manera apropiada puede contribuir al desarrollo sustentable, pero para llevarla a la práctica deben tomarse medidas conducentes a evitar sus efectos adversos. Entre éstas se encuentra el desarrollo y puesta en marcha de políticas e instituciones apropiadas para asegurar que los beneficios a partir de los recursos genéticos y bioquímicos sean utilizados para el desarrollo sustentable y la conservación (Reid et al, 1993, en Cordero, 1998).

La suposición de que el potencial farmacéutico de la biodiversidad es un motivo para conservarla se basa en dos ideas. La primera es que los países ricos obtienen enormes beneficios sociales de la biopropección, razón por la cual dichos países deberían diseñar mecanismos para transferir recursos a las naciones en desarrollo, a fin de que la biodiversidad pueda protegerse para futuras actividades de prospección. Es probable que los altos valores atribuidos a la biodiversidad en muchos de los estudios mencionados hayan contribuido a que estos argumentos ganen crédito como una manera de conservar los bosques tropicales y otras áreas con alta biodiversidad.

La segunda idea es que los derechos intelectuales y los acuerdos contractuales permitirán la obtención de una porción sustancial de los beneficios obtenidos de los fármacos, con lo cual se podrían financiar las actividades de conservación y contribuir a un desarrollo sustentable. Sin embargo, para que esas negociaciones cumplan con su objetivo de conservación y desarrollo es necesario prestar más atención al desarrollo de recursos humanos, la innovación tecnológica y el manejo de la propiedad intelectual (Ried et al., 1993 y Rosenthal, 1997, en Cordero, 1998).

La bioprospección puede ser una de las vías para el incremento de los niveles de vida, y su implementación depende de la disponibilidad de material genético en abundancia, lo que es posible si se cuenta con ecosistemas en su estado silvestre. Los países que tienen ecosistemas en estado silvestres pero no cuentan con el capital para estudiarlo, podrían vender los derechos de investigación a los países que tienen las industrias y el capital para realizar investigaciones en biodiversidad, asegurándose los primeros la transferencia justa y equitativa de los beneficios económicos que se generarían.
2. Valoración económica de recursos naturales

Uno de los problemas económicos básicos en la sociedad es el de la asignación de recursos. Es decir, que la sociedad tiene que decidir cómo distribuir los recursos escasos (capital, trabajo, recursos naturales, etcétera) en la producción de bienes y servicios para atender las necesidades de la población. Sin embargo, la existencia de un amplio abanico de formas de competencia imperfecta, tanto en los mercados de bienes y servicios como en el de los factores productivos y de la intervención del gobierno a través de impuestos, subsidios, control de precios, etc, dificultan el funcionamiento de la economía y de los mecanismos que utiliza para lograr los objetivos de producción, distribución y consumo.

Por otro lado, existe todo un conjunto de bienes y servicios que por carecer de un mercado1 en el que intercambiarse, carecen asimismo de precio, por lo que pueden ser agrupados bajo el término de externalidades2. Aquí surge la necesidad de establecer indicadores monetarios para este tipo de bienes y servicios que permiten la definición de un precio que permita el intercambio en los mercados respectivos. Particularmente, para los bienes y servicios que brindan los ecosistemas a la sociedad y que mejoran su nivel de bienestar.

Cuando alguien utiliza un cauce de agua para verter en él sus desechos, pongamos por caso, está generando una externalidad negativa para los demás, por la que, si no media una intervención estatal, no tiene que pagar. Debido a ello, el sistema de mercado no proporciona ninguna indicación con respecto al valor de los mismos, lo que lleva a que sean considerados gratuitos, a que su uso o consumo no tenga ningún coste, y a que se produzca la sobreexplotación correspondiente.

Cuando un empresario tiene que adquirir un terreno para instalar su planta, o contratar trabajadores, paga por ello: son insumos productivos que tienen un valor, y ello viene reflejado en el precio que hay que pagar para adquirirlos. La empresa que utiliza un curso de agua, o el aire, como recipiente de sus desechos no incurre, por el contrario, en ningún coste. La persona que quiere protegerse del frío, puede comprar un abrigo: al hacerlo emite una información sobre el valor que para ella tiene el ir abrigada, o cómoda o elegante. Si esta misma persona quisiera mejorar su nivel de bienestar elevando la calidad del aire que respira, o reduciendo el nivel de ruido que tiene que soportar, no encontraría un mercado explícito en el que pueda adquirir directamente estos bienes y servicios: no hay un mercado en el que pueda comprar la calidad del aire y, por lo tanto, no hay un precio explícito para es calidad. De ahí que producción y degradación del medio ambiente hayan ido muchas veces de la mano; y que no se observen em­presarios dedicados a ofrecer estos bienes ambientales que la gente desea.

El hecho es que nos encontramos con un mecanismo de asignación en el que el ambiente, y muchos recursos naturales, no tiene precio. Estamos ante un sistema que opera con una información incorrecta sobre el valor de los bienes y servicios que se ofrecen; es decir que funciona como si careciesen de valor (como si su precio fuese cero). Parece, por tanto, relevante y necesario el intento de encontrar precisamente ese valor, desde una perspectiva económica, para actuar en consecuencia, de modo que se integre esa información en un proceso de toma de decisiones, para que cuando se utiliza el ambiente y los recursos naturales, se conozca (y se pague) el coste que ello representa. De forma que cuando se adopta alguna medida que mejora la calidad ambiental de un determinado entorno, se sepa qué valor tiene el cambio para la población afectada y para los actores que la hacen posible.

Planteado así el problema, es posible concluir que el ambiente y los recursos naturales carecerán de precio, pero tienen valor. En efecto, es posible identificar en el capital natural al menos cuatro funciones que son valoradas positivamente en la sociedad:

1. Forma parte de la función de producción de gran cantidad de bienes eco­nómicos (procesos productivos que consumen agua de una determinada calidad, aire, etc.). El ambiente y los recursos naturales en general, son la base sobre la que se apoyan muchos procesos productivos, que serían impensables en su ausencia. Ahora bien, el ambiente no sólo participa en los procesos de producción, distribución y consumo de bienes y servicios económicos ofreciendo unos insumos muchas veces esenciales, también recibe como retorno muchas cosas que en estos procesos se generan.

2. El ambiente actúa, en efecto, como un receptor de residuos y desechos de todas clases, producto tanto de la actividad productiva como consuntiva de la sociedad. Hasta un cierto límite, y gracias a su capacidad de asimilación, puede absorber estos residuos (que de esta manera son liberados sin coste), y transformarlos en sustancias inofensivas o, incluso, beneficiosas: es el caso de algunos fertilizantes orgánicos, por ejemplo.

3. Proporciona, en tercer lugar, bienes naturales (paisajes, entornos naturales, etc. cuyos servicios son demandados por la sociedad. De esta manera, entra a formar parte de la función de utilidad de las economías domésticas.

4. Finalmente, constituye «un sistema integrado que proporciona los medios para sostener toda clase de vida». Esta función es tan esencial que muchos la consideran parte integrante de la propia definición de ambiente.

Aceptando que el ambiente tiene ciertamente valor desde una perspectiva incluso estrictamente económica, el siguiente paso es intentar descubrirlo. Si fuera posible crear un mercado en el que los bienes ambientales fueran objeto de compra-venta, el problema se simplificaría notablemente. No sería necesario siquiera iniciar el proceso de definir y buscar un valor: el mercado se encargaría de ponerle un precio. El problema se centraría ahora en analizar las condiciones que harían aceptable tal precio como un exponente del valor del ambiente, pero éste es ya un problema común a todos los bienes y servicios producidos en la sociedad.

2.1. Los derechos de propiedad y sus implicaciones en la valoración económica

Muchos recursos naturales y bienes ambientales carecen de precio, porque no se ha formado espontáneamente un mercado alrededor de ellos, en el que sean objeto de transacción. ¿Cuál es, sin embargo, la razón de que no haya sido así? Entre otras razones de la falta de un mercado, se identifica la ausencia de derechos de propiedad bien definidos y protegidos. Sólo aquello sobre lo que se tiene un derecho de exclusión puede ser objeto de compraventa. Ahora bien, si esto es así, bastaría con definir estos de­rechos de propiedad sobre el ambiente y los recursos naturales en favor de alguien, para que el problema estuviera solucionado: ya se encargaría este alguien de cobrar el pre­cio correspondiente. No es de esperar que la institucionalización de unos derechos privados de propiedad sobre el ambiente, y la consiguiente creación de un mercado en el que in­tercambiar sus servicios, resuelva el problema. Sin embargo, parece necesario valorar estos servicios, para poder actuar en conse­cuencia.

Valorar económicamente el ambiente significa poder contar con un indi­cador de su importancia en el bienestar de la sociedad, que permita su comparación con otros elementos que proporcionan bienestar. Por tanto, lo normal será utilizar para ello un denominador común, que ayude a esa comparación: el dinero.
Si el ambiente tiene valor porque cumple una serie de funciones que afectan positi­vamente al bienestar de las personas que componen la sociedad, ¿quién da valor al medio ambiente? Planteado de forma más precisa: se trata de delimitar el colectivo de personas que pueden exigir que las potenciales modifi­caciones de su bienestar que supone un cambio de calidad ambiental sean teni­das en cuenta a la hora de tomar decisiones.

Muchas de las decisiones que tomamos hoy con respecto al ambiente, van a tener unas consecuencias que afectarán a quienes todavía no han nacido. ¿Hasta qué punto han de ser tenidos en cuenta sus intereses? ¿Y cómo, si por definición no están aquí para ex­presarlos?3. La adopción de este principio, sin embargo, supone, con respecto a los grupos afectados pero sin poder de de­cisión, que sus intereses serán tenidos en cuenta, siempre y cuando su bienestar forme parte de la función de utilidad de los agentes que deciden, y en la medida en que la afecten: es decir, en la medida en que los que deciden sean altruistas y se preocupen por el bienestar de los demás.

Aceptar que sean los consumidores los que determinen en definitiva la es­tructura productiva y distributiva de la sociedad (incluido el nivel de calidad ambiental), supone aceptar como buenas, por lo menos, dos cosas.

a)En primer lugar, el principio de la soberanía del consumidor. Admitir, en otras palabras, que la persona es la mejor juez sobre su propio bienes­tar, la que mejor sabe lo que le conviene o deja de convenir. Esto, sin embargo, no siempre es aceptado sin más por la sociedad. En numero­sas ocasiones el Estado interviene precisamente porque cree lo contra­rio, sin que por ello sea tachado de no democrático, o no representativo. Es el caso de los llamados «delitos sin víctima», como la penalización del consumo de estupefacientes.

b)En segundo lugar, el sistema de democracia de mercado. Se afirma, en efecto, que el sistema de mercado es democrático: la gente expresa en él sus preferencias, dice lo que quiere adquiriendo unos productos en lugar de otros. Es más, revela también la fuerza de las mismas, de ma­nera que la información que se proyecta incluye no sólo el sentido del voto, sino la intensidad del mismo: cuánto más se está dispuesto a pagar por un producto determinado (una marca, por ejemplo), frente a la siguiente alternativa. El mercado refleja, las preferencias de la sociedad en función de cómo está repartido en ella el poder adquisitivo.

2.2. Consideraciones en la valoración económica del capital natural

La valoración económica del capital natural encierra algunas consideraciones importantes de analizar con detenimiento. La primera es el tipo de activo que representa el capital natural (Figura 2.1.). Este puede ser producido por el hombre lo que confiere la característica principal de ser un activo controlado, por ejemplo los cultivos agrícolas, las plantaciones forestales, la piscicultura entre otros. También puede ser un activo no producido por el hombre, como son los bosques naturales, el suelo, los ríos, entre otros. Los activos no producidos pueden pasar de ser no controlados a controlados por el hombre, como en el caso de las represas hidroeléctricas donde se controla el flujo hídrico para ser empleado en una actividad económica específica.










































Figura 2.1. Clasificación de activos

Fuente: Elaboración propia basada en Naciones Unidas, 1994.

Por otro lado, el capital natural puede ser un activo fijo o un activo en inventario. El activo fijo tiene la característica principal de que son utilizados como fuente de producción y reproducción como el bosque nativo que produce madera, alimentos, y otros materiales útiles a la sociedad. Los activos fijos no se gastan totalmente en el proceso de producción, por lo que en los costos de producción de bienes y servicios se considera la depreciación4 del activo. Esto implica la necesidad de determinar la depreciación de un activo natural en función de su aprovechamiento, considerando la degradación y el agotamiento que sufre en cada período de producción. Con relación a los activos en inventario representan las estimaciones de la disponibilidad de recursos que se pueden transar en el mercado o utilizar en el proceso productivo en un período dado. En síntesis, los activos totales de los que dispone una sociedad para su desarrollo es la suma de los activos fijos y los activos en inventario.

Entendido así el capital natural, es necesario hacer una identificación de los aportes que brinda a la sociedad en términos de los flujos que genera. Estos flujos han sido conceptualizados bajo el término de servicios ambientales, para asociar los beneficios que brindan los ecosistemas a la sociedad. De esta manera, el valor económico del capital natural depende de las existencias actuales y de los flujos que genera, de modo que al hacer la valoración económica se requiere diferenciar las existencias, de los flujos, debido a que el valor difiere sustancialmente entre uno y otro.

En cuanto a las existencias, hay que hacer la clasificación entre activo natural producido y activo natural no producido en función de la valoración económica. En el caso de los activos naturales producidos es posible utilizar precios de mercado relacionados con los costos de establecimiento, administración y mantenimiento. Esta estimación representaría el mínimo valor económico para ese activo y la referencia básica para establecer los precios de los distintos flujos que este activo ofrece a la sociedad. Además, los productos que se derivan de estos activos son susceptibles de transacciones mercantiles, por lo que normalmente hay un precio de mercado para ellos.

Si son activos naturales no producidos, la valoración económica no está directamente referida a costos de producción y no hay un mercado explícito para ese tipo de activos por lo que no son posibles las transacciones mercantiles correspondientes ni la asignación de un precio. Lo que se sugiere es el uso de valoraciones indirectas que permitan una aproximación al valor del activo, como puede ser el costo de oportunidad del activo cuando existe la posibilidad de utilizarse para otros fines. Al no disponerse de un costo de establecimiento para los activos naturales no producidos, se hace imposible inferir un precio para los distintos bienes y servicios que brindan a la sociedad. Además, aunque es reconocido el beneficio que estos bienes y servicios brindan a la sociedad, no hay un mercado que reconozca un precio para ellos. Por eso, se recurre a estimaciones de valor basado en métodos indirectos que permitan el establecimiento de los precios para estos bienes y servicios, lo que ayuda a disminuir el subsidio ambiental en el que se incurre con el desarrollo de las distintas actividades productivas.

Cuando un bosque natural y una plantación forestal, se valoran en términos de la producción anual de flujos, como servicios a la sociedad, deben también considerarse las características y valores de los ecosistemas de donde provienen dichos flujos. Así, para valorar flujos hídricos o fijación de gases, provenientes de plantaciones, el valor de mercado asociado con los costos de establecer y proteger la plantación, más el valor de la tierra, son aspectos que deben considerarse; en cambio, cuando esos servicios provienen de bosques nativos -no producidos por el ser humano-, dichos flujos deben responder a una valoración de tipo social, en la que se puedan utilizar medidas de valoración contingente, como por ejemplo, el método de disponibilidad de pago5, con el que se puede determinar la forma en que la sociedad percibe el valor de los servicios cuando éstos son producidos por bosques con las características mencionadas.

Numerosas discusiones se llevan a cabo para definir metodologías desde el punto de vista económico-ecológico del valor de los activos naturales y sus servicios ambientales, con el objetivo de promover procesos eficientes y productivos (Costanza et al., 1998; Daily, 1998; Castro y Barrantes, 1998). Si se considera que la valoración de la biodiversidad es inseparable de las decisiones que deben tomarse sobre sus usos, muchos indican que la valoración de la biodiversidad y sus servicios son imposibles, ya que existen muchos efectos intangibles, como la vida humana, la estética y otros beneficios. Sin embargo, en la práctica, como señalan Costanza et al. (1998), todos los días estamos valorando los servicios ambientales de la biodiversidad y éstos mantienen estrecha relación con el desarrollo de un país. Para valorar los beneficios económicos de la biodiversidad, resulta indispensable tener claro que se trata de flujos provenientes de activos naturales producidos y no producidos y, por lo tanto, deben ser considerados como tales a la hora de asignarles su valor (Naciones Unidas 1993; Hanna y Munasinghe 1995; Bowers 1997). Dicha valoración está determinada por la forma en que la sociedad percibe esos beneficios derivados de los activos naturales.

2.3. Reconocimiento de la importancia social de los ecosistemas naturales como premisa para su valoración económica

El cambio en la oferta de servicios ambientales podría conducir a escasez cuando el ecosistema haya reducido sus existencias y la población y el dinamismo económico del país hayan aumentado. Esto hace que la sociedad reaccione, dando un mayor valor a los flujos de servicios; esta situación se aplica claramente a asuntos relacionados con el flujo hídrico que disfruta la población. Por eso la respuesta de la sociedad ante cambios de existencias en los activos, es un aspecto muy importante a tomar en cuenta cuando se piensa en valoración, ya que un flujo de un determinado activo podría tener valor cuando la sociedad así lo perciba.

Desde el momento en que se toman decisiones para proteger o usar un servicio de la biodiversidad, se está en el proceso de valoración. Así, los cambios provocados en la calidad y la cantidad de los servicios de un ecosistema tienen valor, ya que se pueden asociar con cambios en los costos de las actividades humanas que pueden mejorar el nivel de bienestar. Esos cambios se pueden reflejar en costos y beneficios que podrían impactar el nivel de bienestar del ser humano, mediante la presencia o ausencia de mercados en las actividades asociadas (Bowers, 1997; Costanza et al., 1998).

Por ejemplo, un manglar provee hábitat para organismos; por lo tanto, un aspecto de su valor es el incremento y la concentración de existencias de peces. De esta manera, un cambio en la calidad del manglar podría estar asociado a cambios en la productividad del mismo para ofrecer los distintos productos que provee a la sociedad. Por otro lado, aspectos como la conservación de la biodiversidad y la recreación que provee el manglar, no se muestran en el mercado, aunque son parte del valor del ecosistema. Lo mismo podría pasar con los bosques cuando existen mercados bien establecidos para la madera, pero el valor del hábitat de especies y las actividades recreacionales no están asociadas a un mercado (Costanza et al. 1998).

El reconocimiento de la estrecha interrelación entre conservación de la biodiversidad, desarrollo económico y bienestar de la población es, quizá, el aspecto más importante para fortalecer la valoración activos naturales y sus servicios ambientales, desde el punto de vista económico-ecológico (Figura 2.2.). Eso indica que la sociedad debe estar clara de que para poder desarrollarse, necesita mantener un flujo mínimo de servicios, a partir de los cuales pueda darse el desarrollo económico. A la vez, con el aprovechamiento de los activos naturales y los servicios ambientales es posible definir mecanismos de compensación entre actores sociales, dado que esos flujos pueden transformarse en fuente permanente de ingreso que dé sostenibilidad financiera a la conservación de la biodiversidad.





















Figura 2.2. La sociedad y el reconocimiento de que la biodiversidad es fuente de desarrollo para el bienestar y para su propia conservación.

Fuente: Castro y Barrantes, 1999.

Muchos países han definido acciones para la protección de la biodiversidad sin necesidad de haber determinado un valor económico previamente. Aunque la valoración de la biodiversidad y sus servicios es difícil e incierta, las decisiones que hace una sociedad para protegerla son indicadoras de valor, aunque no necesariamente monetarios. Sin embargo, dicho reconocimiento proporciona las bases para que la biodiversidad y sus servicios sean considerados como fuente no solo del desarrollo socioeconómico sino también de la conservación de los recursos naturales.

Actualmente, la sociedad tiene un mayor reconocimiento de los servicios ambientales de la biodiversidad, dado el acelerado flujo de conocimiento y por la aparición de actividades económicas cuyo insumo básico es el capital natural disponible. A medida que se reconocen los beneficios que deriva el capital natural a la sociedad, aumenta la necesidad de contar con valoraciones económicas que aproximen el valor monetario para los distintos bienes y servicios ambientales en los distintos usos económicos. A pesar de que los mercados son débiles en la asignación de precios para servicios ambientales, se deben considerar como el punto inicial para su valoración. Así, se parte de los valores de mercado y de los beneficios que la sociedad recibe y que no pueden ser expresados en términos monetarios por el mercado, para enriquecerlos posteriormente con información obtenida mediante técnicas de valoración de no mercado que permiten calcular, por ejemplo, lo que una sociedad está dispuesta a pagar por el bien o servicio ambiental dado el nivel de conciencia que ésta ha desarrollado respecto al valor de los servicios ambientales y a la conciencia de la estrecha relación entre desarrollo humano y riqueza natural.

2.4. Valor económico total para la biodiversidad

Dada la gran variedad de servicios ambientales que brinda la biodiversidad de los ecosistemas naturales, hace necesario considerar su valor económico total, que incluye los valores de uso (directos e indirectos), y los valores de no uso (valores de opción y de existencia) (Figura 2.3.). El valor económico total es un concepto que ilustra la complejidad que encierra la valoración económica de la biodiversidad y sus servicios ambientales, sin embargo es un enfoque apropiado para aproximar valores económicas a este recurso natural.

























Figura 2.3. Categorías de valores económicos atribuidos a servicios ambientales de la biodiversidad

Fuente: Munasinghe y McNeely, 1994.
Valor de uso directo

El valor de uso directo se refiere a los ingresos por venta de bienes derivados de los servicios que provee la biodiversidad del bosque, tales como madera, producción de bienes alimenticios (palmito), materiales para artesanía (bejucos), materiales para la construcción (hojas para techo de ranchos), otros (fauna), y servicios tales como ecoturismo y recreación, que se pueden medir por los ingresos obtenidos. El valor de uso de los bienes no maderables incluye también aquellas especies que producen resinas, chicle, plantas medicinales y alimentos de tipo silvestre que se utilizan con fines de subsistencia. En estos casos, si el precio no refleja realmente la escasez del recurso y muestra señales de distorsiones en los mercados (impuestos, subsidios, tasas de cambio, tasas de interés), se debe aplicar ajustes apropiados para la determinación de precios sombra (Dixon et al., 1988). La mayoría de estos bienes pueden valorarse a precios de mercado. Sin embargo, para los beneficios potenciales del bosque y para los bienes que no tienen precio de mercado, se puede usar otras técnicas de valoración en la aproximación de precios monetarios para tales bienes y servicios.
Valor de uso indirecto

El valor de uso indirecto se refiere al valor de las funciones ecológicas y servicios de la biodiversidad del bosque, como el ciclo biogeoquímico, protección de suelos y cuencas, secuestro de carbono, valor del turismo, oferta y calidad de agua. La valoración se basa en el uso del costo de reemplazo de los beneficios generados por el bien ambiental. Se pueden utilizar precios de mercado de bienes sustitutos o gastos potenciales, utilizando el cálculo de los costos necesarios para mitigar el impacto (Naciones Unidas, 1994; Pearce y Turner, 1995).
Valor opción

El valor de opción se utiliza en casos de usos potenciales no conocidos (Turner et al., 1990). Constituye el valor adicional para asegurar la disponibilidad futura de un servicio del ecosistema. Este concepto se fundamenta en el hecho de que, si bien rara vez existen mercados de opciones sobre servicios ambientales (y satisfacciones que proporcionan las mismas motivaciones individuales que operan en los mercados de opciones de compra de bienes raíces y valores), también existen mercados con respecto a los servicios ambientales (Randall, 1985).

Además, se entiende como una garantía de asegurar la disponibilidad futura del flujo de servicio, lo cual de otra manera no sería posible. Se asocia con recursos genéticos, por ejemplo el futuro potencial agrícola o farmacéutico de una especie o ecosistema, los cuales podrían desaparecer por alguna otra forma de explotación que exponga a su extinción o bien por opciones económicas que se podrían generar con el flujo hídrico proveniente de los bosques, entre otros factores.

El valor de opción es el valor de los beneficios esperados que la gente está dispuesta a pagar para conservar un activo y disponer de él en el futuro. Se puede entender como la garantía de asegurar la disponibilidad futura del activo, lo cual de otra manera no sería posible. Se aplica en casos de usos potenciales no conocidos, por ejemplo el valor de opción del bosque como hábitat de especies probables para producir sustancias farmacéuticas (Pearce y Turner, 1995).
Valor de existencia

El valor de existencia es el valor que la sociedad le da a un servicio ambiental, que podría no estar relacionado con ningún uso actual o potencial del mismo; sin embargo, se es consciente de que tiene valor y que debe conservarse como un producto del ecosistema, de tal manera que acompañe -en la medida de lo posible- la evolución de la diversidad biológica, para que pueda ser disfrutado por las futuras generaciones (Jansson et al., 1994; Costanza et al., 1998).

El valor de existencia se puede calcular por el conocimiento de donaciones para la conservación, o bien con el uso de los métodos de valoración contingente, en especial para aquellos casos donde el activo tiene características únicas o significados culturales o religiosos importantes para la sociedad (Pearce y Turner, 1995).

Casos claros de valor de existencia serían aquellos asociados a los ingresos y gastos de un país por el servicio de investigación que podría generar ingresos, mediante la venta de libros, videos y otras formas de diseminación de información. El VET integra valores de uso (p. ej. producción de madera) y valores de no uso (beneficios de la conservación).

Para obtener el VET, en el caso del bosque, se deberían considerar inicialmente aquellos bienes y servicios económicos que generan bienestar al ser humano (p. ej. demanda por madera, por áreas agrícolas o por la necesidad de exportar madera para generar ingresos). También deben ser considerados los valores asociados a opciones futuras y a la existencia del recurso como tal. Para aquellas funciones del bosque que son parcial o totalmente no comercializadas, lo primero que se debe hacer es estimar un precio apropiado (sombra) que refleje adecuadamente el valor que la sociedad le confiere a esas funciones. En segundo término, se deben desarrollar los mecanismos apropiados para capturar los valores económicos estimados (Adger et al., 1995).

El valor económico total variará de acuerdo con el grado de degradación o agotamiento en que se encuentre el bosque en estudio, y según el tipo de bosque, en relación con los bienes y servicios de uso directo o indirecto y el valor de existencia. Es de esperar que bosques no intervenidos y ubicados en una misma región presenten valores mayores que aquellos que son comparables geográfica y climáticamente, pero con tasas de degradación o agotamiento mayores y, por lo tanto, con menos capacidad de producir flujos permanentes de servicios ambientales. De la misma manera, los bosques en los cuales la protección, y no el uso económico, es la función principal (área central), serán valorados dando más énfasis al valor de existencia que a sus usos directos; se los valorará como una unidad.

Dada la variedad de activos y servicios disponibles en el medio natural, se hace necesario considerar la valoración formando criterios de mercado y no de mercado dependiendo de si se transan o no dentro del mismo.

2.4.1. La valoración directa de mercado

La valoración a precios de mercado puede aplicarse a inventarios de activos naturales producidos y sus servicios ambientales. También puede aplicarse en algunos casos a lo que son los activos y flujos naturales no producidos. En tal caso, es necesario considerar las diferencias entre activos naturales producidos y activos naturales no producidos; así como también, en los flujos de bienes y servicios provenientes de esos activos y el precio actual de esos bienes, considerados como servicios de la biodiversidad, se puede valorar para las existencias y los flujos, simplemente utilizando valores que provee el mercado (Naciones Unidas 1994). Si son activos producidos la valoración está determinada fundamentalmente por los costos de producción; si son activos no producidos la valoración puede estar determinada por activos sustitutos que se transan en el mercado y que tienen un precio

Los activos naturales producidos y las corrientes de bienes y servicios correspondientes, se valoran a precios de mercado. El costo de utilización de estos activos, se calcula partiendo del supuesto de que son iguales a su depreciación en el período de análisis comprendido. Su depreciación está dada por el consumo del activo fijo y esto refleja una disminución en el valor total del activo causado por su uso económico; la degradación de estos se calcula mediante los costos de sustitución.

En el caso de la corriente de servicios ambientales que producen los activos naturales no producidos, podría calcularse utilizando los datos referentes a los alquileres o rentas que se pagaron con el fin de obtener autorización para utilizar esos activos (Naciones Unidas, 1994). En el caso de los inventarios, podrían asociarse con el nivel de explotación del activo que no supere su rendimiento máximo sostenible. Generalmente se asocia con un derecho de explotación, que se puede vender en el mercado (Naciones Unidas, 1994).

Cuando no existen transacciones mercantiles, se tendrá que aplicar una valoración diferente. En ese sentido, se prefiere una valoración directa o indirecta de no mercado. La valoración directa se apoya en indicaciones de preferencias, mientras que la valoración indirecta normalmente hace uso del costo de sustitución o del costo de oportunidad (Naciones Unidas, 1994).

2.2.2. La valoración directa de no mercado

En la valoración directa de mercado, frecuentemente se ha utilizado la técnica contingente cuando el medio natural es aprovechado como un bien de consumo público; tal es el caso del agua, el aire y los servicios recreativos que proporcionan los activos naturales. Así, se puede determinar una cuantía monetaria para el caso de una disminución en la calidad de agua y se puede preguntar a cada persona cuánto podría ser el monto anual que estaría dispuesta a pagar para evitar el cambio en la calidad del activo. Entre estos métodos directos se pueden mencionar la disposición a pagar, los precios hedónicos o los costos de viaje, los cuales constituyen una posibilidad para aproximarse a un amplio conjunto de funciones del medio natural (Pearce y Turner, 1995).

La aplicación de la valoración indirecta de no mercado a las funciones y servicios ambientales, consiste en utilizar costos efectivos o hipotéticos. Los efectivos son aquellos en los que se incurre para mantener los servicios que produce la biodiversidad. Entre ellos se consideran los gastos de protección de bosques y otros ecosistemas, y los datos para atacar los daños causados, como por ejemplo daños a la salud por una disminución de la calidad del ecosistema.

Los costos en que incurre un área protegida para poder lograr la protección ambiental deseada, de tal forma que se impida la degradación del ecosistema y sus servicios o bien que restaure los daños ya existentes, constituyen un indicador de que se está luchando para mejorar la calidad de los activos y sus funciones. En tal caso, se incurre en una serie de gastos que pueden utilizarse como indicadores para valorar el esfuerzo por mantener la calidad del servicio deseado.
Una población podría perfectamente estar dispuesta a pagar los gastos efectivos para protegerse de un deterioro en la calidad del aire o del agua, y esto podría ser una interpretación del valor mínimo asociado a una disminución en la calidad del servicio ambiental. Ejemplos de valoración indirecta de no mercado son los costos de mantenimiento y el costo de oportunidad.

Costos de mantenimiento. Se refieren a los gastos que se hubieran requerido para mitigar el daño, de tal manera que el medio natural pueda mantener sus características cuantitativas y cualitativas a largo plazo. Incluyen los costos de sustitución de las disminuciones, los costos de protección ambiental y los costos de restauración del ecosistema para que siga proporcionando los servicios requeridos. Para el caso de un bosque, por ejemplo, el costo de la disminución sólo tendrá importancia cuando la disminución supera el crecimiento natural (Naciones Unidas, 1994).

Los costos de disminución por extracción se pueden registrar a valores de mercado, lo mismo que los costos de protección, hasta que el activo recupere sus condiciones originales. El costo de reemplazo se utiliza como una aproximación al costo ambiental. En este caso, se prefiere la evaluación antes y después de aplicada la técnica; se podría discutir que los beneficios ambientales podrían ser similares a su costo de reemplazo. Uno de los grandes problemas que se presentan con la adopción de este tipo de método es la carencia de información para valorar los recursos. Sin embargo, se pueden utilizar medidas comparativas, como es el caso de los costos de mercado de los sustitutos producidos en forma artificial. Si los sustitutos no están disponibles, se podría utilizar la construcción de mercados artificiales para determinar la disponibilidad de pago del bien o el servicio.

La información sobre el costo de reemplazo se puede obtener mediante observación directa y cuantificación de los gastos actuales de recuperar en forma cualitativa y cuantitativa un recurso. A su vez, hay que tener presente el hecho de que los resultados del mismo no serán del todo perfectos, en el sentido de que la restauración total es difícil de lograr (Pearce y Turner, 1995). Ejemplo de esto son los gastos asociados para purificar agua, mediante la construcción de plantas de tratamiento que permitan regresar a los estados requeridos por la sociedad.

El costo de oportunidad puede constituir una buena alternativa para el cálculo del costo del daño en el sitio deteriorado, si se utiliza para calcular los ingresos en términos del VPN que se dejó de percibir en ese sitio con la mejor alternativa económica persistente en el área de recuperación por los años que se requirieron para la regeneración del área, hasta el punto en que se pueda lograr un estado cualitativo y cuantitativo similar al que mostraba originalmente el servicio ambiental (antes de la realización del proyecto o actividad). Para mayor detalle de la aplicación de los métodos de valoración.

2.5. Métodos de valoración económica6

Los principales métodos de valoración se pueden agrupar, así: métodos de valoración a precios de mercado, incluyendo la estimación de beneficios de consumo y producción de subsistencia; Métodos de mercados sustitutos, incluyendo el modelo del costo de viaje, modelo hedónicos y modelos de bienes sustitutos; Método de la función de producción, los cuales se centran en relaciones biofísicas entre las funciones ambientales y las actividades de mercado; Métodos de preferencias expresadas, principalmente el método de valoración contingente y sus variantes; y los métodos basados en costos, incluyendo el método de los costos de reposición y gastos defensivos.

2.5.1. Valoración utilizando precios de mercado

Los métodos de valoración más sencillos son aquellos que se basan en los precios de mercado. Muchos de los bienes y servicios proveídos por agro son comercializados (madera, leña, carne, pescado, minerales, productos agrícolas) ya sea en mercados locales o internacionales. Así, los precios de mercado pueden ser utilizados para construir cuentas financieras para comparar los costos y beneficios de las alternativas del uso de la tierra. Los precios son obtenidos en el mercado a través de la interacción entre los consumidores y productores sobre la demanda y oferta de los bienes y servicios. Cuando se utilizan precios de mercado en una valoración financiera es importante determinar el mercado apropiado.

2.5.2. Métodos de Mercados Sustitutos

Un segundo grupo de métodos se basa sobre el hecho de que algunos beneficios de los servicios ambientales pueden ser reflejados indirectamente en el gasto del consumidor, en los precios de mercado de bienes y servicios, o en el nivel de productividad de algunas actividades del mercado. Estos métodos se basan en sofisticadas técnicas esta-dísticas, tales como, los modelos de precios hedónicos y el costo de viaje, así como en técnicas más sencillas como el método de bienes sustitutos. La base teórica para todos estos enfoques es la función de producción de hogares, las cuales describen cómo los consumidores intentan maximizar su bienestar mediante el reparto del tiempo y recursos para diferentes actividades.

2.5.3. Método el Costo de Viaje

El método del costo de viaje (MCV) está basado en el supuesto que los consumidores valoran un servicio ambiental en no menos que el costo de acceso al recurso, incluyendo todos los costos directos del transporte, así como también el costo de oportunidad del tiempo gastado en viajar al sitio (por ejemplo, ingresos perdidos). Este método basado en encuestas ha sido utilizado extensivamente, especialmente en países desarrollados, con la finalidad de estimar los servicios ambientales proveídos por los sitios de recreación (por ejemplo, reservas naturales, playas y agro-paisaje).

2.5.4. Modelos Hedónicos

Otra técnica de valoración económica es el método de los precios hedónicos, el cual intenta aislar la influencia específica de un servicio ambiental sobre el precio de mercado de un bien o servicio. Las aplicaciones más comunes de este método se centran en el valor de la propiedad y los salarios diferenciales, los cuales son utilizados para valorar los bienes y servicios ambientales. La aplicación del enfoque de los precios hedónicos al valor de las propiedades incluyen la observación de diferencias sistemáticas en el valor de las propiedades entre ubicaciones y aislar el efecto de la calidad ambiental sobre estos valores. El valor de mercado de una propiedad residencial, por ejemplo, está afectada por muchas variables incluyendo su tamaño, ubicación, materiales de construcción, y también la calidad del medio ambiente que le rodea.

2.5.5. Método de bienes sustitutos

Para aquellos servicios ambientales que no tienen mercado o que son utilizados directamente (por ejemplo, leña), el valor puede ser un aproximado del precio de mercado de bienes similares (por ejemplo, la leña vendida en otras áreas) o el valor de la mejor alternativa o bien sustituto (por ejemplo, carbón vegetal). El alcance para el cual el valor del bien de mercado alternativo refleja el valor del bien ambiental en cuestión depende del grado de similitud o sustitución entre ellos (SUMA No. 41, 2000-7).

2.5.6. Métodos basados en la función de producción

Un tercer tipo de método de valoración económica es el enfoque de la función de producción (también llamada técnica del cambio en la producción, método insumo-producto o dosis-respuesta). Este método relaciona el bienestar de las personas con un cambio medible en la calidad o cantidad de un recurso natural (Mäler, 1992). El enfoque de la función de producción puede ser utilizado para estimar el valor de uso indirecto de los servicios ambientales, a través de su contribución a las actividades de mercado. El enfoque es referido como el método de la función de producción porque muchos estudios estiman el impacto sobre la producción económica.





2.5.7. Métodos basados en preferencias expresadas

Valoración Contingente

El método de valoración contingente obtiene expresiones de valor por parte de las personas entrevistadas por aumentos o disminuciones específicas en la cantidad o calidad de un servicio ambiental. La mayoría de estudios utilizan información de entrevistas realizadas a través de encuestas (Mitchell y Carson, 1989). Las estimaciones del valor económico obtenidas por este método son “contingentes” porque los valores estimados son derivados de una situación hipotética que es presentada por los investigadores a los entrevistados. Todos los enfoques basados en precios de mercado, mercados sustitutos y funciones de producción descansan sobre el uso de precios de mercado (preferencias reveladas) para estimar el valor económico de los servicios ambientales. Una alternativa consiste en preguntar directamente a los consumidores que establezcan sus preferencias (preferencias expresadas), en términos de un mercado o pago hipotético. En este enfoque, la información basada sobre el valor de un servicio ambiental se obtiene por medio de preguntas directas a los consumidores sobre su disponibilidad a pagar por medio de entrevistas. La técnica de preferencias expresadas más ampliamente utilizada y desarrollada es el método de valoración contingente (MVC).

2.5.8. Métodos de valoración basados en costos

Además de los métodos descritos anteriormente para estimar los beneficios de los servicios ambientales, pueden ser utilizados los enfoques basados en costos para dar alguna luz sobre los costos de mantener tales servicios. Hay tres métodos alternativos que se basan en los costos de proveer, mantener y restaurar los bienes y servicios ambientales: Método del costo de reemplazo, el cual mide los beneficios mediante la estimación de los costos de reproducir los niveles originales de beneficio. Método de los gastos preventivos, el cual estima los costos de prevención o de defensa en contra de la degradación de los servicios ambientales; y Método del costo de oportunidad, el cual utiliza costos de producción como una aproximación rudimentaria del valor de los servicios ambientales. Las técnicas basadas en costos son utilizadas comúnmente cuando existe una limitación en tiempo y recursos para una estimación más rigurosa del valor de los servicios ambientales. Tales técnicas deben de ser utilizadas con mucho cuidado, con particular atención para asegurar que los beneficios y costos de los servicios ambientales no sean confundidos. Ya que las técnicas basadas en costos no miden directamente la disponibilidad a pagar de los servicios ambientales, los resultados estimados pueden sobre o subestimar tales servicios (Adaptado de Bishop,1999).